PURIFICAR EL CORAZÓN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 39)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 7, 14-23
Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro.
«Hijos míos: que sus intenciones sean darle gloria a Dios, amándolo por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ustedes mismos; que quieran hacer lo que Jesús les dice, y que quieran cumplir mis deseos. Esas son las buenas intenciones que provienen de los corazones de los que aman al Señor.
Pero hay corazones que no son así. Son oscuros y no transparentes. Guardan rencor, egoísmo, orgullo, maldad. Nada bueno sale de ellos. El demonio es astuto, los tienta. No los afecta, tan solo los tienta y se sienta a esperar. Así de grande es su soberbia. Disfruta contemplando cómo los hombres se dejan vencer por el mal, y de sus corazones salen las malas intenciones que afectan a la humanidad, empezando por sí mismos.
Revisen la pureza de sus corazones, porque ustedes mismos no se pueden engañar. Lo impuro, lo que los mancha, es lo que viene de adentro, la intención de sus pensamientos y de sus actos.
Revisen sus sentimientos y descubran si en ustedes reina la verdad, o si son presos de la mentira, que los encadena a la suciedad, a la escoria, a los desechos que causan sus malas obras.
Revisen sus corazones, porque son el reflejo de su comportamiento, de sus intenciones, de sus pensamientos.
Revisen sus conciencias y sean justos con ustedes mismos, y dense cuenta si viven en la indiferencia y en la tibieza, porque a los tibios el Señor los vomita de su boca.
Protejan sus corazones recibiendo la gracia en la oración, en la Confesión, y adorando la Sagrada Eucaristía en el sagrario, en el altar y en la Comunión. Algunos no acuden a los Sacramentos, y mantienen su debilidad, manifestada en sus malas intenciones y obras de maldad. Y aunque muestren que pretenden seguir y servir a la pureza absoluta, que es Dios, no viven en Él. Sus corazones están lejos de Él, y aparentan externamente pulcritud y perfección, disfrazando su interior con palabras amables y aparentes obras buenas, pero la podredumbre de sus malas intenciones, de sus pecados, los carcome.
Es de lo que tienen dentro de lo que se contaminan sus cuerpos, sus mentes, sus almas, y los lleva a la perdición, a las tinieblas y a la muerte. Por eso yo los busco, para darles el remedio, para darles la salud, para mostrarles el camino de la pureza, porque yo siempre los llevo a Jesús».