ALIMENTARSE CON EL PAN DE VIDA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 4)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 8, 1-10
La gente comió hasta quedar satisfecha.
«Hijos míos: yo siempre cumplo los deseos de mi Hijo Jesús. Él quiere saciar su hambre, alimentarlos hasta que queden satisfechos. Él es el alimento de vida. El único alimento que salva y que sacia, que perdona y que da gracia; que es eterno y nunca se acaba. El sacerdote es el instrumento para compartir el alimento. Pero el Señor quiere también la generosidad de su pueblo. Quiere que sus pastores recojan el fruto del trabajo de los hombres, y lo transformen en ofrenda, para que con Él sean uno, como el Padre y Él son uno, transubstanciando la ofrenda en su Carne y en su Sangre.
Él quiere reunir a las ovejas de su rebaño. Que sus pastores no las dispersen, sino que las mantengan unidas y las alimenten. Les ha dado para eso siete panes y unos cuantos pescados.
Yo quiero reunirlos a ustedes como una gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, para protegerlos, para cuidarlos, para darles de comer, para guiarlos en el camino y que nunca se pierdan. Permanezcan conmigo, para que sean llenos del Espíritu Santo, que siempre está conmigo, para que sean fortalecidos en la fe y en el amor; para que sean reunidos bajo mis alas y obtengan la protección de mi manto; para que los que buscan la misericordia de Dios la encuentren en Cristo, en su cruz y en su resurrección; para que los que están cansados vayan a Él y los haga descansar; para que los que tienen hambre sean saciados, porque todo el que cree en Él tiene vida eterna; para que escuchen su palabra, para alimentarlos, porque no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Permanezcan conmigo, dispuestos a la voluntad de Dios, valientes y firmes en la fe, en la esperanza y en el amor, en un sí constante, para que Dios los mire y se haga en ustedes según su palabra, y su cruz sea la alegría de servir a Cristo, porque el Espíritu Santo está conmigo y está con ustedes, y con todos los que me acompañan.
Reflexionen en la compasión de Jesús, dispongan sus corazones, y participen con Él en su sacrificio redentor, que es un diario milagro en el altar, para alimentar, para salvar, para compartir y multiplicar la gracia obtenida por sus ofrendas, que se derrama sobre el mundo entero, y aun así sobra, porque Dios no se deja ganar en generosidad».