VER CON CLARIDAD
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 48)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 8, 22-26
El ciego quedó curado, veía todo con claridad.
«Hijos míos: yo soy Madre y mediadora de todas las gracias. Pero toda gracia y todo auxilio viene de Dios, a través de Jesucristo, por su bondad y misericordia. El auxilio de mi Hijo es enseñarles el camino a cada uno, para que sus ojos puedan ver con claridad y se cumpla la voluntad de Dios en cada uno. La voluntad de Dios se cumple en cada uno cuando cada uno la conoce, la acepta y une la suya a esa voluntad divina, por la que se derraman todas las gracias. Pero si sus ojos están ciegos, entonces no pueden ver.
Pídanle al Señor que les quite los velos de los ojos para que puedan ver. Él, que es la luz, un día brilló en ustedes, y los hizo brillar, pero la soberbia de algunos ha disipado su luz, y viven no en la luz, sino en las tinieblas. Dispongan el corazón, y pídanle que cure su ceguera completamente. Pídanle que se muestre ante ustedes con claridad, para que lo vean con tal seguridad, que sea Él al único que vean, al único que sigan, al único que amen, al único que adoren, al único que sirvan, porque nadie puede servir a dos amos.
¡Que vea, Señor, que vea! Pídanlo con insistencia. ¡Que vean a Jesús!, en el pobre, en el desamparado, en el necesitado, en el que está lejos, pero también en el que tienen cerca, y en el rico, porque es más difícil para un rico entrar en el Reino de los Cielos, porque ellos están ciegos. La belleza y las pasiones del mundo causan esa ceguera. La concupiscencia de la carne apaga la luz y los sumerge en las tinieblas del pecado, que no los deja ver.
Yo acudo en su auxilio, y les consigo la claridad para que conozcan la voluntad de Dios.
Pero se requiere la voluntad de cada uno, y aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
No apaguen su luz. Arrodíllense, humíllense ante Jesús en el confesionario, y pidan perdón, porque Él los está esperando para disipar sus tinieblas, para perdonar sus pecados y queden curados, para que vean todo con claridad».