MCM Mc 8, 34-9, 1
MCM Mc 8, 34-9, 1
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SERVIR A JESÚS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 50)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 8, 34-9, 1

El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

 

«Hijos míos: Perder la vida por Cristo es renunciar a ustedes mismos, para cumplir con virtud la voluntad de Dios y servirlo, como lo hice yo: con fe y esperanza, haciéndome esclava del Señor, para que se hiciera en mí según su palabra; acudiendo con prontitud a servir a mi prima cuando me necesitaba; sirviendo como esposa y como madre a mi familia; actuando con caridad, entregando mi vida, acompañando a mi Hijo, sirviéndolo a Él mientras Él servía a los demás. Y continúo sirviendo, dando esperanza y consuelo, auxilio y protección, para que ustedes, mis hijos, cumplan la voluntad de Dios. 

Prepárense para cuando mi Hijo vuelva, porque Él vino al mundo a nacer y a vivir entre la miseria de los hombres, para traer misericordia. Pero vendrá de nuevo, y esta vez vendrá con todo su poder y su justicia a buscar lo que le pertenece, y que con su sangre ha ganado. 

Escuchen la palabra de Dios, y practíquenla, porque cuando Él venga pondrá unos a su derecha y otros a su izquierda. A los de la derecha les dirá: “vengan benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes”. A los de la izquierda les dirá: “nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes los que han hecho el mal”. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? 

Quien se avergüence de mi Hijo y de su palabra, también mi Hijo se avergonzará de él, cuando venga con sus ángeles y la gloria de su Padre. 

Yo les traigo mi auxilio con la misericordia de Dios, para que ustedes sean perfectos como Él, imitando mis virtudes, sirviendo como servidores de Cristo, porque Él no los llama siervos, los llama amigos. Procuren tratar a Jesús en la oración. No se avergüencen de demostrarle su amor. Nunca nieguen a aquel que padeció y murió por ustedes en la Cruz para salvarles la vida; antes bien, niéguense a ustedes mismos, tomen su cruz y sigan a Jesús, muriendo con Él al mundo, para ganar para Él el mundo, viviendo en la alegría de su Resurrección.

Tengan el valor de gritar con todas tus fuerzas: ¡Cristo está vivo!, y de poner su fe por obra, para que todo el que los vea y los escuche, crea».