04/02/2025

MCM Mc 9, 2-13

TRANSFIGURAR EL CORAZÓN

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 51)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 9, 2-13

Se transfiguró en presencia de ellos.

 

«Hijos míos: yo los acompaño a los pies del monte alto, que es el altar de Jesús. Yo los ayudo a subir al monte alto de la oración, para que, en el encuentro con Cristo, Él transfigure su corazón, llenándolos de su gloria, para que, tomando cada uno su cruz, glorifiquen al Señor, bajando del monte alto después, para mostrar su gloria a todas las almas, y para invitarlos a subir al monte de la oración, para abrazar su propia cruz, y ellos también glorifiquen a Dios. 

El que sube al monte alto de la oración y experimenta un verdadero encuentro con Cristo se siente tan a gusto, que quisiera permanecer ahí para siempre. Escúchenlo y conózcanlo transfigurado, a través de la Palabra, para que sean luz para el mundo, y su luz brille, para que den testimonio de fe, de amor y de misericordia, y se vean sus buenas obras. 

Yo ruego para que sea reafirmada la fe de ustedes en la verdad, y glorifiquen al Padre que está en el Cielo, escuchando a Jesús, y haciendo lo que les dice, porque es el Hijo de Dios, su amado, en quien Él se complace.

Pídele que transfigure tu corazón, así como Él fue transfigurado para mostrarse tal cual es, y puedas tú también ver tu corazón tal cual es, corazón humano que resplandece con el amor de tu Señor, para que, cumpliendo su palabra, glorifiques al Hijo, y el Hijo glorifique al Padre.

Al Señor se le escucha a través de la palabra y a través de la oración. 

Sube al Monte Tabor, pero no te duermas. Antes bien, abre tus ojos para que veas lo que hay en tu interior y descubras a Cristo, que vive en ti. Reconoce su presencia, poniendo atención cuando estés bien dispuesto en la oración, y escucha su voz callando la tuya, poniendo todos tus sentidos atentos a la manifestación de la luz que ilumina tu mente, tu conciencia, tu inteligencia y tu corazón a través del Espíritu Santo, para que recibas la sabiduría que necesitas para discernir entre el bien y el mal, y la fortaleza que necesita tu voluntad para hacer el bien y rechazar el mal.

Abre tus ojos y contempla la verdad de tu Señor. Mira en su cuerpo y su sangre su humanidad, y contempla su divinidad. Siente su presencia y une tu alma a la suya. Dobla tus rodillas y adora a tu Señor. Él está presente en la Eucaristía.

¡Cristo ha resucitado y está vivo!».