FORTALECER LA FE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 55)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Marcos: 9, 14-29
Creo, Señor, pero dame tú la fe que me falta.
«Hijos míos: mi Hijo les ha dado la capacidad de amar a su prójimo como los amó Él, de entregar su vida por ellos, confiando, intercediendo con oración y sacrificio para pedir ayuda al Todopoderoso, reconociéndose impotentes, débiles, frágiles, porque con Él todo lo pueden, pero sin Él no pueden nada; reconociéndose hijos, escuchados y amados, bendecidos por el Padre, que les ha prometido que todo lo que pidan en el nombre de su Hijo, les será concedido.
Fortalezcan su espíritu y su fe con obras de misericordia. Sean instrumentos fidelísimos de Dios y de su misericordia, para renovar, por la fe, las almas de los pobres pecadores.
Consagración, oración y ayuno, eso es lo que tanto les he pedido. Consagración es entrega, es confianza. Oración es pedir con fe, dispuestos a recibir, y agradeciendo lo que se recibe. Acompañar la fe de obras es ofrecerle al Padre el ayuno, que son sus sacrificios, unidos al único y eterno sacrificio de su Hijo en la Cruz; pequeñas cosas, pero hechas con mucho amor. Ese es el ayuno que pide Jesús: ayuno de egoísmo, entregando su vida a Dios, a través de sus obras de misericordia para los más necesitados.
Intercedan por los pobres pecadores, con oración y sacrificio. Crean en Él, y confíen en su poder, porque todo es posible para el que tiene fe. Pero no confíen en sus propias fuerzas, recurran a la oración, y pídanle diciendo: yo creo, Señor, pero dame la fe que me falta. Y pidan con insistencia esa fe para ustedes y para los demás, porque al orar están acompañando su fe de obras.
Oración primero, después ayuno, y en tercer lugar acción. Es así, como darán ejemplo al mundo, para que otros crean lo que ustedes creen, para que amen lo que ustedes aman, para que ellos también fortalezcan su fe y la pongan por obra, con la confianza y seguridad de que Cristo está vivo y lo demuestra con todo su poder, a través de los que tienen fe.
Los ángeles y los santos los protegen y los acompañan, y el Espíritu Santo actúa en sus corazones, manteniéndolos encendidos, para que los dones que les han sido dados sean puestos por obra, para que den buen fruto y ese fruto permanezca.
Atesoren el celo apostólico que les ha sido dado, la fe y el amor de mi corazón, para servir a la Iglesia, purificando a fuerza de oración y sacrificio todo lo inmundo, que solo así puede ser sanado».