04/02/2025

MCM Mc 10, 28-31

DEJARLO TODO PARA GANARLO TODO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 65)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Marcos: 10, 28-31

Recibirán cien veces más en esta vida, y en el otro mundo, la vida eterna.

 

«Hijos míos: yo les doy mi auxilio para que ganen todas las batallas, y les traigo la paz para que la lleven a los demás. El hombre por naturaleza busca a Dios, porque está creado para Dios, pero la tentación lo confunde, y el egoísmo lo lleva a la soberbia, y a creerse tan sabio como Dios. Y busca conseguir la belleza del mundo y no admirar la belleza de Dios. Y ambiciona la riqueza del mundo y pierde la riqueza de Dios, que envió a su único Hijo al mundo y, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecerlos con su pobreza. 

Qué difícil es la lucha cuando la batalla significa renunciar a los tesoros del mundo para acumular tesoros en el Cielo.

Qué difícil resulta la victoria y qué fácil es la derrota, cuando su deseo es la gloria y el poder en el mundo.

Qué difícil es para un rico entrar en el Reino de los Cielos, porque debe despojarse de todo: de la falsa belleza, de la vanidad, del orgullo, del dinero, de la idolatría, de la comodidad, del poder, de las ambiciones, de las riquezas…, porque está henchido de egoísmo y de soberbia, que le causa apego desmedido al mundo y resistencia al cielo.

Pero para Dios no hay imposibles. Dejen ustedes todo, oren, pidan, trabajen por la paz, y esperen, porque recibirán cien veces más en este mundo y la vida eterna.

Las batallas se ganan con amor.

Ustedes, que han creído en Él, y se han enamorado del amor, que es Él…

Que se han despojado de sí mismos, y han tomado su propia cruz y lo han seguido…

Que han rechazado tantas veces la tentación…

Que escuchan su Palabra y la ponen en práctica, y la proclaman, y la enseñan, y la aplican a su vida, meditándola en sus corazones, llevándola todos los días a su oración que los lleva al encuentro con el Señor…

Que viven la fidelidad y permanecen en su amistad, y nunca lo abandonan…

Que aman a Dios por sobre todas las cosas, y manifiestan ese amor a través de las personas, amándolos como Él los amó…

Que sufren con paciencia y sirven con alegría, vaciándose de ustedes, para que sea Cristo quien viva en ustedes…

Les ha dado su mayor tesoro, el mejor auxilio y la mejor compañía: les ha dado a su Madre, para que los lleve siempre de su mano por camino seguro, y les ha dado el Pan vivo bajado del Cielo, para alimentarlos de Él en esta vida, y alcanzar con Él la vida eterna, para que, siendo el último, sean el primero.

Les da el ciento por uno en esta vida, junto con persecuciones, para que nunca se gloríen si no es en la cruz de su Señor, para que compartan en la vida eterna su Paraíso.

Ustedes están bajo mi sombra y mi resguardo. Están bajo la protección de mi manto. Acompáñenme, porque yo los ayudo a resistir, firmes en la fe, fuertes en la batalla y humildes en la victoria».