ALEGRARSE CON MARÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 15)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Evangelio según san Lucas: 1, 39-56
Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Exaltó a los humildes.
«Hijos míos: compartan mi alegría. Proclamen conmigo la grandeza del Señor. Mi alma glorifica a Dios, mi salvador, porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava.
Termina mi espera. Llega el momento tan ansiado, tan anhelado. El encuentro definitivo con mi Hijo, que solo se compara con la espera de su nacimiento. Pero ahora es un gozo pleno, porque el encuentro es eterno, de triunfo, de victoria, de paraíso.
El paraíso es Cristo. Transición de la realidad de los hombres a la realidad eterna de Dios. La realidad es Cristo. Él es la resurrección y la vida. En mi vida en el mundo yo permanecí fuera del mundo, pero viviendo en medio del mundo, para ayudar a mis hijos a salir del mundo, para vivir la realidad de Dios, al comprender lo que a mí se me había revelado: que los hombres deben creer en la verdad, que es Cristo, para que puedan llegar a Dios.
Creer en Cristo es vivir con Cristo, como yo.
Decir sí, y permitir que el Espíritu Santo posea tu alma, para que encarne a Cristo en ti.
Recibir la gracia de gestar a Cristo permaneciendo en Él, como Él permanece en ti, esperando el encuentro que Él mismo tiene preparado para ti.
Y luego crecer, viviendo con Él, aprendiendo de Él, siguiendo sus pasos, sirviéndolo a Él, acompañándolo a llevar su misericordia al prójimo, pero dejando todo para tomar tu cruz y seguirlo, humillándote ante los hombres para ser enaltecido ante Dios.
Dejarte clavar en su cruz para destruir el pecado, y morir al mundo para vencer la muerte, resucitando en Él, para vivir por Él, con Él y en Él en medio del mundo, y llegar un día a ser parte de su paraíso en su morada celestial.
Yo abrí para los hombres las puertas del Cielo cuando dije sí, pero los hombres cierran la puerta con el pecado. La puerta es Cristo.
Hoy alégrense conmigo. Se abre el Cielo y se une con la tierra por Cristo Jesús.
Proclama mi alma la grandeza del Señor. Ángeles y Santos alaban a Dios, porque es un Dios bueno, y en su bondad está su misericordia.
Esta Asunción es el abrazo de Dios con la Madre, que lleva en su corazón a todos sus hijos, y a su Hijo a toda la humanidad.
En esta Asunción me quedo con ustedes con mi amor maternal».