26/01/2025

MCM Lc 1, 57-66. 80

PREPARAR LA VENIDA DEL SEÑOR

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 55)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

FIESTA DE LA NATIVIDAD DE SAN JUAN BAUTISTA

Evangelio según san Lucas: 1, 57-66. 80

Juan es su nombre.

 

«Hijos míos: miren lo que le han hecho a mi Hijo. Puedo ver su corazón. Lo han abierto, está seco. Miren su cuerpo destrozado, está seco. Miren sus ojos sin vida, porque la vida la ha entregado, derramando su preciosa sangre hasta la última gota.

Al que había venido lleno del Espíritu Santo, antes que Él, también lo han matado, degollado como cordero, anunciando así tanto la vida como la muerte del que había de venir detrás de él. Sufrí también. Lo amaba, era mi pariente. 

Juan es su nombre. Es el precursor del Señor. El que preparó su venida, su palabra, predicando un bautismo de conversión, anunciando al que vendría a bautizar con el Espíritu Santo. Ha sido llamado profeta del Altísimo, porque ha sido enviado delante de Él a preparar sus caminos, promoviendo y enseñando a los hombres el arrepentimiento, para que el mundo crea que Cristo es el único Hijo de Dios, que ha sido enviado a traer al mundo la salvación, destruyendo la muerte ocasionada por el pecado, a través de su redención.

Juan es su nombre. El más grande de los profetas; que saltó de gozo en el vientre de su madre cuando sintió la presencia viva de su Señor, aunque no lo veía, pero que reconocía como el Hijo de Dios, que fue engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de una mujer virgen y pura, que lo engendró primero en su Inmaculado Corazón. Reconózcanlo ustedes también en la Eucaristía.

Juan es su nombre. Encomiéndense a él, para que bendigan el nombre del Señor, al que no merecen desatarle las correas de sus sandalias; para que la mano de Dios esté con ustedes, y ustedes estén llenos del Espíritu Santo, para que conviertan muchos corazones, para que luchen por la justicia y preparen así un pueblo dispuesto a recibirlo.

Permanezcan reunidos conmigo, orando. La luz de Cristo brilla en mi vientre para el mundo. Es la Palabra de mi Hijo, para que se conviertan; para que construyan el Reino de Dios en la tierra; para que lleven al mundo su luz, su paz y su misericordia, para que todos los hombres se salven; para que, cuando mi Hijo vuelva, los encuentre reunidos y en vela, esperando al novio, porque nadie sabe ni el día ni la hora».