LLEVAR LA BUENA NUEVA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 20)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 4, 24-30
Nadie es profeta en su tierra.
«Hijos míos: reciban mi auxilio, para que encuentren, a través de mí, el amor. Porque yo siempre los llevo a Jesús, porque Él siempre está conmigo y yo con Él. Pero el amor no es para guardarse. El amor es inquieto, es para entregarse, para compartirse, para darse, para fortalecer, para hacer crecer.
Al que tiene amor nada le falta. El que tiene amor ama y confía, comparte y entrega constantemente, porque el amor es infinito, bondadoso, eterno. Yo les entrego el amor, que es Cristo, para que viva en ustedes, para que vivan en Él, para que los fortalezca.
Nadie es profeta en su propia tierra, pero es en casa en donde nace, crece y se fortalece el amor, y es desde casa que el amor es enviado al mundo para que dé fruto, y ese fruto permanezca.
Imiten a Cristo, y no juzguen, aunque sean juzgados; no critiquen, aunque sean criticados; no repudien, aunque sean repudiados; no persigan, aunque sean perseguidos; aunque no sean amados, entreguen el amor, y transformen los corazones, sirviendo y confiando, fortalecidos con el amor que yo les entrego, para que amen con el amor de Cristo, aun en su propia tierra.
Acérquense al trono de la gracia, y pídanle su auxilio y su misericordia para ustedes y para el mundo entero. Pídanle el valor para predicar su Palabra, también en su propia tierra, aunque no los valoren, aunque no los entiendan, aunque los critiquen y los juzguen, y aunque no les crean. Prediquen con su ejemplo la verdad, y hablen de Dios, porque la boca habla de lo que está lleno el corazón.
Permanezcan firmes en la fe, y demuéstrenle al mundo que el Espíritu del Señor está sobre ustedes, y los envía a llevar a los pobres la buena nueva y proclamar el año de gracia del Señor, que es la misericordia misma, para anunciar que el Reino de los Cielos ha llegado, para que crean en Cristo resucitado, que redime, que santifica, que salva, que libera a los cautivos, que cura a los ciegos, que libera a los oprimidos, y proclama la grandeza del Señor, también en su propia tierra.
Hijos míos: no tengan miedo. Acudan a mí, para que mi corazón de Madre los acompañe y los sostenga, los fortalezca, los proteja, los ampare, los ayude, y los conduzca al encuentro y a la plenitud del amor».