PREPARARSE PARA LA VENIDA DEL SEÑOR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos V, n. 97)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 21, 34-36
Velen para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder.
«Hijos míos: la cruz es el signo de Cristo, que es la puerta que une al cielo con la tierra. Muchas cosas habrán de suceder, pero algunos de ustedes están muy distraídos, y no creen. Muchas señales les han sido dadas, y no creen. El llamado ha sido claro, y no creen. Es necesario que se arrepientan y crean en el Evangelio, que pidan perdón y crean en la Eucaristía, que estén preparados, porque nadie sabe ni el día ni la hora. Es necesario que crean lo que dice la Escritura: Cielos y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios no pasará.
En el cielo todo está dispuesto, el banquete está servido y todo está preparado para recibir a los invitados. Pero en la tierra hay mucho desorden, y los invitados no están listos para el día de fiesta. Es necesario que permanezcan en oración, en intimidad con Dios, en constante comunicación con el amado, enamorados del amor.
Prepárense, porque aquel día los tomará por sorpresa; caerá de repente como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra, y no habrá quien no se dé cuenta. Y a los que no tengan vestido de fiesta los echarán fuera, y se cerrará la puerta y ya no podrán entrar. Compadezcan mi angustia y consuelen mi dolor y mi impotencia, de llamarlos y no ser escuchada; de buscarlos y no encontrarlos; de mostrarles el camino y no poder convencerlos de seguirlo. Yo soy Madre, y me muestro Madre, para que reciban la misericordia, para que tomen conciencia y se arrepientan, y crean; para que obedezcan y cumplan la ley de Dios; para que vuelva el orden al mundo, y sea como Él lo creó: un solo rebaño y un solo Pastor, una sola Iglesia, un solo pueblo santo de Dios.
Permanezcan alerta y no se distraigan. Recen, esperen, y no se preocupen. De la misma manera que hay que estar preparados para la Comunión eucarística, hay que estar preparados para la venida definitiva del Hijo del hombre. Y de la misma manera que la Comunión santifica –pero si están en pecado grave se condenan–, de la misma forma la venida de Cristo al mundo será para unos alegría y gloria, y para otros será terror y condena.
Y así como la Comunión es personal y particular, íntima e individual, así debe ser la oración. Así será la venida del Hijo del Hombre: un encuentro definitivo con cada uno en lo personal, en lo particular, en la intimidad, porque cada uno fue creado único e irrepetible, a imagen y semejanza de Dios».