CONOCER LA VERDAD REVELADA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 3)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 10, 21-24
Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo.
«Hijos míos: permanezcan conmigo en un constante sí, en una constante entrega, en constante unión con el Verbo encarnado, que es el Hijo de Dios.
Es en la pureza del corazón bien dispuesto en donde se encarna y permanece. Es en mi vientre en donde se guarda y se contiene el tesoro de Dios. Es el tesoro revelado a los humildes y sencillos, y escondido a los sabios y entendidos.
Yo ruego para que ustedes, mis hijos, cierren los ojos del mundo y abran los ojos del alma; cierren los oídos del mundo y abran los oídos de su interior; para que vean, para que oigan, para que sean humildes y sencillos, y sean a ustedes revelados los tesoros que guardo en mi corazón. Porque, al ser llena de gracia, todo me fue revelado para abrazar la Cruz de Cristo, desde la encarnación del Hijo de Dios en mi vientre y en mi corazón, en la alegría de la unión eterna en Dios y la salvación de todos los hombres, encarnados como Cristo en mi corazón.
La verdad les ha sido revelada desde la Encarnación hasta la Resurrección, porque la verdad es Jesucristo, el único Hijo de Dios, que se hizo hombre, naciendo del vientre de una mujer virgen y pura, para crecer en gracia, en estatura y en sabiduría en medio del mundo, para aprender a ser como los hombres, para enamorarse de los hombres y entregar su vida por amor, viviendo entre las miserias de los hombres, siendo igual a los hombres, menos en el pecado, porque es precisamente el pecado lo que vino a destruir con su muerte, para darles vida en su resurrección.
La verdad está en cada alma que ha sido creada para la gloria de Dios, y que los sacerdotes conducen, guían y salvan a través de los Sacramentos, frutos de la Cruz, en la que Cristo Sumo y Eterno Sacerdote ha redimido al mundo.
La verdad se revela en ustedes, los que son sencillos y pequeños, mis hijos, con los que siempre estoy para ayudarlos, para protegerlos, para enseñarlos, para que crezcan, como Jesús, en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres».