01/02/2025

MCM Lc 14, 25-33

RENUNCIAR A UNO MISMO PARA SEGUIR A CRISTO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos V, n. 69)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Lucas: 14, 25-33

El que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo.

              

«Hijos míos: seguir a Cristo significa renunciar a uno mismo, renunciar a vivir en el mundo en medio de la comodidad, del placer, de la mundanidad, de los apegos, de las ambiciones del poder, del egoísmo, de la avaricia, de las tinieblas, de la mentira, de las tentaciones y del pecado. Es vaciarse de sí para llenarse de Cristo y sumergirse en el conocimiento de la verdad, a través de su misericordia, para romper las cadenas que los atan al mundo, y sean verdaderamente libres.

Tomar la cruz es abrazar la vocación que Dios le da a cada uno para que alcance la santidad, abrazando sus miserias transformadas por Cristo en su misericordia. Es la salud de su enfermedad, es el perdón de sus pecados, es la curación de su iniquidad y de su impiedad, es la perfección de sus defectos, es su ofrenda y es su fe puesta en obra, son sus trabajos, sacrificios, quehaceres, son los medios que Él les ha dado para llegar a Él, y también son sus alegrías y los placeres del espíritu, al unir su cruz a la de Él, para alcanzar la plenitud del amor, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ustedes mismos. 

Él no impone, invita a participar de su banquete celestial en su eternidad, cuando le digan “sí, estoy dispuesto, renuncio a mí, tomo mi cruz y te sigo, para amarte, para adorarte, para bendecir y santificar a tu pueblo, para glorificarte, porque creo en ti y en que tú eres el único Dios verdadero, mi Creador, mi Amo, mi Maestro, mi Señor.

Una madre limpia, ordena, desecha lo que no sirve y arregla lo que sirve. Yo soy Madre y vengo a traer mi misericordia a cada uno de ustedes, mis hijos, para renovar la morada de mi Hijo, que es el corazón de cada uno. Es necesario limpiar y desechar lo que no sirve, que se vacíen de ustedes mismos, de su egoísmo, de su ambición, de su soberbia, de su enfermedad, de sus vicios, de su maldad.

Voy a conseguir, con mi omnipotencia suplicante, la disposición de sus almas, para vaciarse del mundo y llenarse de la gracia de Cristo».