08/02/2025

Lc 18, 9-14

HUMILLARSE SIRVIENDO A LOS DEMÁS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 25)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Lucas: 18, 9-14

El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

 

«Hijos míos: la perfección solo se alcanza en Cristo, y Cristo es misericordia. Él es el maestro, y vino a enseñarnos un nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros como Él nos amó.

Amar es llevar la misericordia de Dios a los demás. Y si es así como se alcanza la perfección, ¿de qué sirven entonces tantos sacrificios que no son agradables a Dios, porque están llenos de soberbia, cuando piensan que pueden hacer todo con sus propias fuerzas, y así agradar a Dios, haciendo obras aisladas, beneficiándose individualmente, sobresaliendo entre la gente, creyendo que son mejores, que tienen en todo la razón, que tienen títulos de poder, y cumplen las reglas y las metas que se proponen, y les causa una personal satisfacción, pero no ponen en ello todo el corazón transformando sus logros, sus acciones, en oración, y ponen la eficacia antes que la caridad? ¿Cómo van a Dios agradar?

Humildad. Ustedes, mis hijos, necesitan humildad. Ruego a Dios que les conceda esa gracia. El que se juzga perfecto por hacer muchos sacrificios está perdiendo su tiempo, si no expone su alma abriendo su corazón, pidiendo y recibiendo la misericordia de Dios, para sanarla. A Él holocaustos y sacrificios no le agradarían, si no están unidos en el único y eterno sacrificio del Hijo de Dios. Pero un corazón contrito y humillado, Él no lo desprecia. Lo toma, lo hace suyo, lo transforma, lo perfecciona, y lo hace digno del Paraíso.

Cristo vino al mundo, no a ser servido, sino a servir; no a enaltecerse, sino a humillarse, para ser enaltecido en la cruz, y ser glorificado en cada uno de los hombres, con la gloria que Él tenía con su Padre antes de que el mundo existiera. Aprendan de Él a glorificar a Dios, y humíllense sirviendo a sus hermanos, porque grande es el poder de Dios y es glorificado en los humildes. Hagan oración, porque con sus buenas obras glorifican al Padre, y el Padre escucha su oración.

Yo traigo para ustedes mi auxilio y la misericordia de Dios, porque está al acecho el que ha sido arrojado al mundo y se le ha concedido hacerles la guerra, y se le ha dado el poder sobre los pueblos, para seducir y cegar los ojos de los hombres que no tienen fe, para que no vean la gloria de Dios. 

De ustedes se requiere paciencia y fe. Pero no tengan miedo, porque donde están dos o más reunidos, ahí está mi Hijo, al que le ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Él está con ustedes todos los días hasta el fin del mundo: Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores. 

Confíen en mí y acompáñeme, encomiéndense a mi protección de Madre y tómense de mi mano. Yo los llevo por camino seguro».