DECIRLE SÍ A DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VI, n. 28)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Evangelio según san Lucas: 1, 26-38
Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho.
«Hijos míos: el tesoro más preciado de mi corazón es causa de la alegría de Dios: es un sí total de mi voluntad a la suya. Es la humillación de su esclava, aceptando que se haga en mí lo que Él, por boca del ángel que ha enviado, me ha dicho. Es el sí al amor, en la confianza, en la fidelidad, creyéndolo todo, porque creo en Dios, en su bondad, en su omnipotencia, en su Palabra, en que Él es la única verdad.
Y dije sí, porque Dios me dio libertad para decidir amarlo, y aceptar o no el amor, por mi propia voluntad. Y en ese sí entregué mi vida, abandonándome en sus manos, con fe, con esperanza, con amor. Y concebí por obra y gracia del Espíritu Santo, y en mi vientre brilló la luz, y el Verbo se hizo carne, y brilló la luz para el mundo, y habitó entre nosotros. Y mi vida fue un constante sí, en el que entregaba en cada sí mi voluntad a Dios, en el servicio, en la entrega de este amor, porque el amor, cuando es verdadero, es inquieto, no se puede contener. Se recibe, se acoge y se da, porque es don, gratuidad divina que se derrama.
Busquen su propia libertad, abandonando su voluntad en la voluntad de aquel que les pide que sean fríos o que sean calientes, pero que no sean tibios. “Sí” es la correspondencia a su amor. “No” es el rechazo a la voluntad del Señor. “A veces sí y a veces no”, es el desconcierto de la voluntad de cada uno, aprisionada por el pecado y encadenada al mundo, que desprecia la gracia de la gratuidad infinita de Dios.
Pídanle la gracia para que puedan decir “sí” –por su propia y completa voluntad–, “aquí estoy Señor, hágase en mí según tu Palabra”.
Acepten la voluntad de Dios y el plan que tiene para ustedes, y digan “sí” al camino que los lleva al Paraíso, y caminen con Cristo, porque Él es el Camino.
Abran sus corazones, para que reciban la gracia y la misericordia de Dios todos los días, para que hagan siempre lo que Él les diga. Yo consigo para ustedes la gracia de la perseverancia en el “sí” todos los días.
Permanezcan conmigo, en un constante sí al amor, entregando su vida, para que sean partícipes de este sí al amor, en este misterio que es fruto del amor y de la misericordia de Dios en la Cruz: el misterio de mi maternidad, por la que dije sí al amor, haciéndome madre de tantos hijos como estrellas hay en el cielo.
Compartan mi sí, recibiendo en ese sí, por el anuncio del ángel, la gratuidad, la presencia viva, el alimento, el don, la comunión, el sacrificio, la ofrenda, que es Cristo vivo, que es Eucaristía, para que lleven dentro la luz, para que sean divinizados en Cristo y sean ustedes luz para el mundo».