26/01/2025

MCM Lc 4, 31-37

CREER EN EL PODER DE DIOS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 86)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Lucas: 4, 31-37

Sé que tú eres el Santo de Dios

              

«Hijos míos: todo el poder de Dios se ha derramado al mundo a través de un hombre que también es Dios, que tiene la naturaleza humana y su fragilidad, y tiene la naturaleza de la divinidad. 

Todo el poder de Dios ha sido puesto en las manos de los hombres a través de un solo hombre y Dios, que es Cristo.

Poder para curar, para sanar, para expulsar demonios, y para dar vida a los muertos.

Poder para convencer mientras predica su Palabra, para atraer a los hombres más lejanos hasta Él; para llevar la paz a todos los rincones del mundo; para transformar corazones de piedra en corazones de carne; para soportar la infamia, la burla, la indiferencia, la difamación, la calumnia, la ignominia, la inmundicia, la ingratitud, la mentira, la persecución, el mal juicio, la traición, la flagelación, y hasta una tortura de crucifixión, en la que Él mismo entrega su vida, soportando el dolor, el sufrimiento hasta el extremo, dando su vida por amor; porque nadie se la quita, Él la da, por su propia voluntad. Entrega total, entrega sincera, amor verdadero de aquel que nos amó primero.

En mi corazón guardo la indiferencia y la incredulidad de los hombres, el desamor y el pecado de los que viendo no quieren ver y oyendo no quieren oír; y guardo el sufrimiento de mi Hijo en este sacrificio único, pero que es constante, hasta que vuelva.

Él los quiere a todos, y les ha mostrado el camino que, a través del poder de su Palabra, dirige el rumbo de la humanidad hacia la construcción de su Reino y la unidad de su pueblo.

El cuerpo de mi Hijo ha sido manchado con el pecado de los hombres, y lavado y vestido con la sangre del Cordero. Esta sangre que brota de su corazón se derrama para lavar los pecados del mundo entero. Esta agua es la gracia santificante del Cordero. Porque donde existió el pecado sobreabundó la gracia.

Sangre y agua juntas son la misericordia de Dios, derramada para los hombres del mundo.

Alimento y Sacramento en las manos del sacerdote, que con el poder de Dios hace bajar el Pan vivo del Cielo, en Cuerpo, en Sangre, en presencia, en alma, en divinidad, en sacrificio, en crucifixión, en muerte y en resurrección.

Manos que, con la autoridad de Dios, administran al mundo la misericordia por medio de los sacramentos y las obras, y tienen el poder para curar, para sanar, para expulsar demonios, para resucitar muertos, para enseñar como quien tiene autoridad y sabiduría, porque tienen al Espíritu Santo que los guía.

Yo ruego por ellos, para que usen bien su poder, porque el poder mal utilizado, mal intencionado, mal aplicado y mal aprovechado puede ser su propia condena.

Intercedo por ellos y por ustedes, para que escuchen y crean en el Evangelio, para que conozcan a Cristo y lo amen, para que quieran entregar su voluntad a la voluntad de Dios, y reciban las gracias para hacer esa voluntad.

Acudan a mí, para entregarles las gracias que necesitan, porque es el Espíritu Santo quien da la gracia, y siempre está conmigo.

Recuerden que es por mi Hijo la inclusión del hombre en Dios. Es por los sacramentos que reciben la gracia. Yo les pido que vivan en el amor y santifiquen sus vidas; que estén preparados, para que, por mi Hijo, sean incluidos en su cuerpo y en su espíritu; que permanezcan en Él, y así yo los proteja en mi vientre, mientras piso la cabeza de la serpiente».