ECHAR LAS REDES
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 88)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 5, 1-11
Dejándolo todo, lo siguieron.
«Hijos míos: yo soy el faro que da auxilio a los pescadores. Conmigo llevo la luz. Volteen a verme, para que regresen sanos y salvos a la orilla, en donde mi Hijo los espera. Yo soy la Madre de Dios, y por Él, que es Dios Hijo y está sentado en el trono a la derecha de Dios Padre, soy Reina del Cielo y de la tierra.
Quiero darles mi auxilio para que cumplan la voluntad de Dios, y se haga su voluntad en la tierra como en el Cielo, porque algunos de ustedes se están perdiendo, porque no saben escuchar y el llamado es todos los días.
Yo pido la conversión de cada uno de mis hijos, y les doy mi auxilio para que estén dispuestos a escuchar a Jesús entre el ruido del mundo.
Para que lo sigan.
Para que sean pescadores de hombres.
Para que escuche cada uno, según su vocación, el llamado de Cristo a la conversión, y a anunciar que el Reino de los Cielos ya está aquí, en cada uno.
Para que construyan entre todos un solo Reino, un solo pueblo santo, una sola Iglesia.
Para servir a Dios, siguiendo las huellas del Hijo de Dios.
En milagro patente Él se ha convertido, a partir del pan y el vino, fruto del trabajo de los hombres. El Señor ha transformado el trabajo de los hombres en sí mismo, para hacerlo una ofrenda agradable a Dios, en su único y eterno sacrificio, santificando el trabajo de los hombres, porque Él es el único y tres veces Santo.
Escuchen su voz, echen las redes y lleven su pesca hasta la orilla. Entréguenle su voluntad, crean en Él y hagan todo lo que les pida, aunque parezca una locura, aunque no quieran, aunque no entiendan, aunque su razonamiento humano no encuentre una razón, aunque estén cansados, aunque no tengan fuerzas para trabajar.
Confíen y echen las redes al mar. Déjense llenar de su locura Divina, participando con Él en una maravillosa aventura.
Y si un día los acechara la duda, sean dóciles, y dejen al Espíritu Santo actuar. Entonces verán que su corazón desbordado de su amor les dice que echen las redes al mar, confiando en su Padre, que no los dejará errar el camino, porque los cuida, los protege, porque Él es Dios y ustedes son sus hijos.
Y si un día las tinieblas no los dejaran ver, y el ruido del mundo no les permitiera escuchar, acudan a mí, yo siempre los voy a ayudar, los llevo de mi mano, los protejo con mi manto, los guío con la luz de la verdad hacia puerto seguro, porque yo siempre los llevo a Jesús y Él es el camino seguro.
Ruego a Dios para que ustedes crean en Él y cumplan sus mandamientos; para que todos los días escuchen su voz y conviertan sus corazones; para que sepan seguirlo, y Él los haga pescadores de hombres; para que, a través de mi corazón, por el que escuché y dije sí, la Palabra, que se hizo carne y habitó entre nosotros, sea escuchada».