APRENDER DE JESÚS A HACER EL BIEN SIEMPRE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 94)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 6, 6-11
Extendió la mano y quedó curado.
«Hijos míos: mi Hijo Jesús, siendo de condición divina, tuvo que aprender a ser hombre, y descubrir que también era Dios. Y en su infancia fue niño y fue Dios, y en su juventud fue joven y fue Dios, y en su madurez fue hombre y fue Dios.
Y aprendió a ser verdadero Dios y verdadero hombre.
De su padre la templanza, de su madre la dulzura.
De su padre la entrega, de su madre el servicio.
De su padre la fortaleza, de su madre el recogimiento.
De su padre la tenacidad, de su madre la perseverancia.
De su padre la alegría, de su madre el amor.
De su padre la esperanza, de su madre la caridad.
De su padre el donarse, de su madre el abandonarse.
De su padre el trabajo, de su madre la humildad.
De su padre la obediencia, de su madre la paciencia.
De su padre la palabra, de su madre el silencio.
De su padre el respeto, de su madre la fe.
Juntos, José y yo le dimos ejemplo y seguridad para crecer y creer, para dar y amar, para buscar y encontrar, para ofrecer y soportar, para entregar y amar. En familia, en unidad. De Él aprendimos que siempre es tiempo de hacer el bien. Siempre es tiempo de misericordia, porque siempre es tiempo de amar.
Extiendan la mano y reciban lo que Él les quiere dar. Tengan fe, confíen en Él, y queden sanos de su enfermedad.
Tengan el valor de declarar a su Señor ante los hombres, y no lo nieguen; antes bien, extiendan su mano y den testimonio de Él, llevando su misericordia a todos sus hermanos, en cualquier momento y en todo lugar, porque hacer el bien siempre les está permitido. Aprendan de Él, que no vino al mundo con prisa, tuvo la paciencia de ser niño y de crecer, de ser joven y de aprender, de ser adulto y de ofrecerse, haciendo el bien siempre».