AMAR AL PRÓJIMO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos V, n. 31)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Lucas: 10, 25-37
«¿Quién es mi prójimo?»
«Hijos míos: Jesucristo les manda amar al prójimo. Se refiere a escuchar su Palabra y ponerla en práctica, amando a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas, y amar al prójimo como a ustedes mismos, porque en el prójimo deben reconocerlo a Él.
El Señor sale al encuentro de ustedes en el camino. Volteen a ver al necesitado y véanlo a Él. Deténganse, ayúdenlo, atiéndanlo. No cierren sus ojos y sigan de frente sin detenerse. Actúen con caridad ante el sufrimiento de los demás, no sean indiferentes. Todo lo que quieran que los demás hagan con ustedes, también ustedes háganlo a los demás, porque esta es la ley y los profetas.
Jesús, el Señor, les ha dado ejemplo, amando hasta el extremo, entregando su vida para el perdón de los pecados de los hombres, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos, y Él no ha venido a curar a los sanos, sino a los enfermos, y ha venido a perdonar no a los justos, sino a los pecadores, y los manda para que vayan y hagan lo mismo.
Les pide que sean compasivos y misericordiosos, y los envía como a un buen samaritano, para que vean en el prójimo a su hermano, para que lo ayuden, para que lo asistan, para que lo alimenten, para que lo vistan, para que lo sanen, para que lo acompañen, para que lo cuiden y lo amen, porque es a Cristo a quien lo hacen. Detengan su camino, y miren a su prójimo, que está necesitado de su caridad. Cumplan el mandamiento del Señor: el que ame a Dios, que ame también a su hermano.
Pero si un día el prójimo necesitado fuera uno de ustedes, déjese ayudar con humildad y déjese sanar, permitiendo que un buen samaritano le tienda la mano, porque en él Cristo es quien lo hará. El Señor es el prójimo y es el buen samaritano, es su amigo y es su hermano, es su Maestro y es su amo. Es su Rey.
Yo soy Madre, y veo al necesitado en cada uno de ustedes, mis hijos. Reciban mi auxilio tomándose de mi mano, reconociéndome Madre, y reconociéndose entre ustedes mismos como hermanos. Dispónganse a recibir y a dar misericordia, para que encuentren en la caridad la verdadera alegría de servir a Cristo».