23/01/2025

MCM Jn 5, 17-30

CONFIAR EN LA DIVINA MISERICORDIA

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 29)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 5, 17-30

Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo da la vida a quien él quiere dársela.

 

«Hijos míos: yo soy madre de misericordia, y en mi seno he llevado al Hijo de Dios, fruto bendito de mi vientre, que entregué al mundo para dar luz al mundo, y para ser crucificado para la salvación del mundo, por la justificación de los pecados de los hombres. En esa entrega me entregué también yo con Él, que es carne de mi carne crucificada, sangre de mi sangre derramada, para llevar la misericordia a todas las almas. Misericordia por la que Él me hizo madre de todos los hombres en el espíritu. 

Yo soy madre de sangre y madre espiritual de Cristo, y de todos los hombres en Cristo, en un solo cuerpo y un mismo espíritu, participando en el misterio de la salvación de todos mis hijos, como corredentora en el sacrificio redentor de Cristo. Una madre custodia el corazón del hijo, y perdona, y corrige, y acompaña con amor, sin importar el error, con caridad y misericordia, porque una madre nunca abandona. 

Si ustedes creen que son justos, yo les digo que justo solo es el Señor, y Él no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores, porque son los miserables los que necesitan misericordia. Humillen sus corazones, reconózcanse pecadores, arrepiéntanse y crean en el Evangelio. Pongan en práctica la Palabra de Dios, porque es la misericordia misma, pero también es la justicia con la que Él mismo los ha justificado de sus pecados, para que puedan ser considerados como hijos de Dios. 

A través del sacrificio de la cruz, Jesús merece para ustedes que su misericordia prevalezca ante su justicia. Pero de ustedes se requiere que, por sus obras, manifiesten su fe, por la que creen que Cristo es el Señor, el único Hijo de Dios, que vino al mundo a derramar su misericordia para salvarlos. Él no ha venido a juzgarlos. Él ha venido a perdonarlos, y ha venido a enseñarles sus obras, para que ustedes hagan lo mismo.

Yo intercedo ante Dios Padre como Madre, para que mis hijos se santifiquen, poniendo su fe en obras de misericordia. Porque por su fe serán salvados, pero por sus obras serán juzgados. Yo soy Madre de misericordia, mediadora e intercesora».