COMER PAN DEL CIELO
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos FilosII, n.63)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 6, 30-35
No fue Moisés, sino mi Padre, quien les da el verdadero pan del cielo.
«Hijos míos: acompáñenme y adoremos la Eucaristía. Yo les daré mi gracia, les daré mi fe, les daré mi esperanza, les daré mi paz, mientras en esa adoración reciben al Espíritu Santo, que es la máxima expresión del amor entre Dios Padre y Dios Hijo, que se derrama por el Espíritu a los corazones de los hombres que lo obedecen, porque tienen fe, porque creen en el amor que es Cristo resucitado y vivo, en Cuerpo, en Sangre, en Alma, en Divinidad, en Eucaristía.
El que verdaderamente cree en Cristo cree en que Él es el pan de vida, y come su Carne y bebe su Sangre, porque cree en su Palabra viva, acepta los dogmas de fe y vive de acuerdo al Magisterio y la doctrina de la Iglesia que creó Él. Por tanto, debe ceñirse a la obediencia de su vicario también. El que cree vive en la Divina voluntad, confiando en que Dios le da la gracia a través de los dones del Espíritu Santo, para mantenerse en la verdad, reconociendo que la única verdad es Cristo, quien lo ha de salvar, a pesar de cualquier circunstancia, de cualquier tormenta, de los problemas cotidianos de la vida o de las causas imposibles para los humanos. El que cree vive su fe.
Entonces, hijos míos, ¿de qué se preocupan? Miren cuántos acuden a mí, pidiendo y suplicando. Todo el que venga a mí recibirá la gracia para creer en Cristo, porque yo los llevo a Él.
Crean que Jesús es el pan de la vida. El que viene a Él no tendrá hambre, y el que cree en Él no tendrá sed.
Crean, porque el Señor les ha dado el don, la gracia y la voluntad para creer.
Crean que lo que pasa en la Santa Misa es el memorial de la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, que celebra el sacerdote no en el tiempo de los hombres, sino en la eternidad de Dios, y se hace parte, reuniendo al pueblo santo en un solo rebaño y con un solo Pastor.
Crean que el cielo se abre, y los ángeles y los santos ven bajar al Señor, que es el pan vivo bajado del Cielo, y en el sacerdote se hace patente su resurrección.
Crean y acérquense a recibir el alimento para la vida eterna, para calmar su hambre, para saciar su sed. Entonces ustedes dirán: “sacerdote, danos siempre de ese pan”».