ILUMINAR EL MUNDO CON ALEGRÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 26)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
DOMINGO DE LA ALEGRÍA
Evangelio según san Juan: 9, 1-41
Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo.
«Hijos míos: Jesús es la luz del mundo. Él ilumina sus corazones y los envía con la alegría de servirlo, para que guíen a los ciegos, y los conduzcan por el camino de la luz.
Pero, para poder guiar, primero deben ver con claridad.
¡Que vea, Señor, que vea!
Pídanle con insistencia al Señor que ilumine sus caminos, y que encienda con su luz sus corazones, para que sean como faro encendido que muestra el camino a los que navegan perdidos en la oscuridad de la noche.
Que brille la luz de Cristo en ustedes, para que vivan en la alegría de saber que Él vive en ustedes, y con esa seguridad y esa alegría, hagan sus obras a la luz del día y, a través de sus manos y de sus cuerpos débiles y frágiles, lleven su misericordia, para que en ustedes se manifiesten las obras de Dios; para que Cristo brille en ustedes, y lleven su luz al mundo; para que iluminen los corazones, porque todo el que es iluminado por la luz, se convierte en luz; para que abran sus ojos y vean.
Escuchen el llamado del Señor, que está a la puerta, y ábranle, para que se den cuenta de que, cuando Cristo toca la vida de uno, ya no está ciego, sino que ve, ya no está sordo, sino que escucha, ya no camina en tinieblas, sino en la luz.
¡Que vea, Señor, que vea!
Pidan eso, constantemente, para que la claridad de la luz de Cristo ilumine sus conciencias, y consiga para ustedes un verdadero arrepentimiento, para que confiesen sus pecados, para que sean perdonados, y entonces se abran los ojos de sus almas, y verdaderamente vean, para que crean en Jesús sacramentado, que es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del único Hijo de Dios, que ha sido enviado al mundo para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.
Acérquense a la fuente de luz, y déjense encender, hasta que ardan sus corazones con el fuego del amor de Dios, para que brillen y exulten de gozo, agradeciendo mientras dicen: ¡veo, Señor, veo, ya no estoy ciego!
Crean y adoren al Señor, llevando la cruz de cada día con alegría, y nunca se gloríen si no es en la cruz de mi Hijo Jesucristo. Y, en esa alegría, entréguenle su voluntad, para que, por ustedes, con ustedes y en ustedes, Cristo permanezca en el mundo, iluminando con su luz, para que el mundo vea y crea.
Ustedes que están en medio del mundo procuren ser la alegría y la luz del mundo».