ELEGIDOS PARA SER SANTOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 72)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 13, 16-20
El que recibe al que yo envío, me recibe a mí.
«Hijos míos: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Así, por la misericordia de Dios, yo los enseño, para que aprendan de mí a transformar su vida ordinaria en una vida de virtud extraordinaria, y se santifiquen, convirtiendo sus corazones al pie de la cruz, imitando en todo mi virtud, acogiendo a las almas con humildad, haciéndose esclavos del Señor, sirviendo a los demás con el ejemplo, con misericordia, entregando la vida, viviendo en santidad.
Yo intercedo por ustedes, con corazón de Madre, para que sean humildes, para que estén dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, porque de la humildad nace la disposición del corazón.
El Señor conoce a cada uno. Él los ha elegido, y los llama por su nombre. Adoren a Jesús sacramentado, en el sagrario y en el altar, contemplándolo y recibiéndolo en la Eucaristía, para que tengan vida en abundancia. El que lo recibe a Él, recibe al que lo ha enviado.
Ustedes han sido llamados y han sido elegidos como siervos, para ser instrumentos de misericordia. Y tienen un Amo y Señor. Pero el siervo no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envió.
Por tanto, bástale al discípulo llegar a ser como su maestro, para hacer sus obras.
Permanezcan en la humildad y obren con misericordia, orando, soportando con paciencia los errores de los demás, consolando, perdonando, corrigiendo, aconsejando, enseñando, alimentando, dando de beber, vistiendo al desnudo, acogiendo al peregrino, visitando a los enfermos, visitando a los presos, enterrando a los muertos.
Fortalezcan su entrega, escuchando la palabra de Dios, y poniéndola en práctica, porque eso es lo que les pide el Señor. Y también les pide que no tengan miedo, porque Él está con ustedes todos los días de su vida. Recurran a la oración, para que escuchen y conozcan al Señor, para que lo vean en cada palabra, y crean que Él es el Hijo de Dios y vive en ustedes; y hace las obras del Padre por medio de ustedes, mientras se alegran de los padecimientos que sufren, en beneficio del cuerpo de Cristo, que es la Santa Iglesia».