MCM Jn 17, 11-19
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CONFIAR EN LA PROTECCIÓN DEL REY

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 92)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 17, 11-19

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado.

 

«Hijos míos: ¿de qué se preocupan? ¿No estoy yo aquí que soy su madre?

Dios, en su infinita bondad, me ha permitido reunirlos, como Él siempre ha querido, en su abrazo misericordioso, como una gallina reúne bajo sus alas a sus pollitos, para protegerlos y para enviar al que vivifica con su fuerza: el Espíritu Santo. 

Mi Hijo, que ha subido al cielo, se ha quedado en presencia, en Cuerpo, en Sangre, en Divinidad, en Eucaristía, para que ninguno de los que su Padre le ha dado se pierda. Pero la batalla es dura. La mies es mucha, y los obreros pocos, y están débiles, porque tienen miedo, les falta fe. Es tiempo de reunirlos para fortalecerlos. Y Él me ha dado los medios para reunir a los dispersos, en un abrazo misericordioso de Padre, a través de mi presencia de Madre. Y Él ora al Padre por ustedes, para que los proteja del maligno, porque el Maestro nunca desampara a su discípulo. El amigo es fiel y nunca traiciona. El que ama permanece en todo momento y nunca abandona.

El Rey ha venido a liberarlos de las cadenas con las que estaban atados al mundo, porque ustedes no son del mundo. Él ha roto las cadenas que los ataban al mundo, y les ha permitido caminar en libertad para seguirlo. Conserven su fe, alimenten su fe, fortalezcan su fe, pidan fe, para que el mundo crea por su fe que Cristo es el Hijo único de Dios, y que ha sido enviado al mundo para que todo el que crea en Él se salve. 

Escuchen lo que les dice el Rey y cumplan su mandato. Acudan a la Reina, que es la Madre del Rey. Yo reúno a los ejércitos y les consigo la victoria en todas las batallas a los que me piden y esperan de mí, con fe, que interceda con mi amor de Madre ante el Padre, apelando a la misericordia del Rey.

Déjense acompañar de las personas que tienen fe, que les hacen bien; de los que los ayudan, de los que los acompañan en el camino al encuentro de la salud, de la alegría, del perdón, de la paz, de la verdad, de la vida; para que, con su fe, sostengan la fe de ustedes, y sean contados entre los elegidos del Rey, y llenados de gracia y de amor, para luchar en todas sus batallas, consiguiendo la victoria para sus almas, para la gloria de Dios».