COMPADECER LOS DOLORES DE MARÍA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 24)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Evangelio según san Juan: 19, 25-27
¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?
«Hijos míos: acompáñenme al pie de la cruz y compadezcan mis dolores. Yo quiero reunir a mis hijos, los que se han alejado del corazón de Dios, y llevarles su misericordia y su amor, para que renueven su entrega, para que digan sí y tomen su cruz para seguir a Jesús, renunciando al pecado, convirtiendo y renovando sus almas. Sean piadosos y misericordiosos, compadézcanse de mí, ayúdenme y acompáñenme, para que ellos digan que sí.
Compadezcan mi dolor cuando, en medio de mi alegría en el Templo, presenté y ofrecí a mi Hijo a Dios, reconociendo en Él al Hijo de Dios, el Salvador, el Verbo hecho carne, fruto bendito de mi vientre, y que el profeta Simeón me anunció que fue puesto para caída y elevación de muchos, y como signo de contradicción, y que a mí una espada atravesaría mi alma, a fin que quedaran al descubierto las intenciones de muchos corazones.
Compadezcan mi dolor cuando compartí el sufrimiento y el dolor de cada miembro del cuerpo de mi Hijo en su crucifixión, y el dolor que desgarraba mi alma mientras una espada lo atravesaba, acompañándolo en su agonía, ayudándole a soportar y a perseverar, por amor a los hombres, el terrible tormento del cuerpo y del alma, hasta expirar entregando el espíritu.
Compadezcan mi dolor. Yo sufro por ustedes y por su falta de amor, y por tantos hijos que rechazan su salvación, despreciando el sacrificio de mi Hijo, por el que les ha ganado la libertad y la vida, a través de su redención. Él es varón de dolores, regidor de las naciones, que reúne, que santifica y que salva al pueblo de Dios.
Compadezcan mi dolor, y permítanme ser su consuelo, porque los comprendo y los ayudo, haciéndolos partícipes de mi sufrimiento, cuando entiendan, que son por ustedes estas lágrimas que brotan de mis ojos y escurren por mi rostro. Son lágrimas de amor, lágrimas de alegría y de dolor. Alegría cuando permanecen fieles al amor de Cristo. Dolor, cuando se alejan de su amistad, empañando con el pecado su amor a la cruz y al crucificado.
Permanezcan junto a mí, para que les muestre el camino seguro, porque yo siempre los llevo a Jesús, para que sean alivio y no causa del dolor de mi Inmaculado Corazón».