24/01/2025

MCM Jn 20, 1-2. 11-18

SER APÓSTOL DE APÓSTOLES

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 4)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

FIESTA DE SANTA MARÍA MAGDALENA

Evangelio según san Juan: 20, 1-2. 11-18

Mujer ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?

 

«Hijos míos: “¿por qué estás llorando?, ¿a quién buscas?” Es la pregunta que les hace Jesús cuando los ve tristes, cuando los ve cansados, preocupados y desconsolados, cuando los ve afligidos, atribulados, atormentados y distraídos. Él es su consuelo. Él está vivo, Él está con ustedes todos los días de su vida. 

Aunque se sientan solos y todos se hayan ido, aunque no lo vean y parezca un Dios escondido, el Señor todo lo ve, todo lo escucha, todo lo siente, porque Él es todopoderoso, es omnipresente y es omnisciente, y se compadece, porque los comprende.

Jesús ha subido a su Padre, el Padre de ustedes, y a su Dios, el Dios de ustedes, pero no se ha ido, se ha quedado con ustedes.

¡Alégrense, Cristo está vivo!  Él es el amigo fiel que siempre los acompaña, que nunca los traiciona, que los ayuda y que nunca los abandona, el que los ama, el que los guía por el camino de la verdad, para conducirlos al Paraíso, para que estén con Él en su eternidad. Ha muerto por ustedes, y ha sepultado con su cuerpo inerte todos los pecados del mundo. Ha vencido a la muerte, ganando para ustedes la vida en su cuerpo glorioso, porque el Señor ha resucitado.

Yo reúno a mis apóstoles: mujeres con corazón de madre, y les doy el tesoro de mi corazón que le di a María Magdalena: mi celo apostólico, para ser apóstol de apóstoles. Para que este celo por la casa del Padre las devore, para que sean mi compañía, la compañía de María, y permanezcan al pie de la cruz, derramando lágrimas de amor, mostrando mucho amor al Cristo muerto, resucitado y vivo. 

Mujeres con corazón de madre que sean santas, y conmigo pisen la cabeza de la serpiente. Que tengan celo apostólico para pedir constantemente los dones del Espíritu Santo y las gracias para la Iglesia, consagrando su vida por la santidad de los sacerdotes, para conseguir verdaderos apóstoles de Cristo.

Hijos míos: Jesús los ha llamado y les ha dado ojos para que vean y oídos para que oigan. Escuchen su Palabra, para que se abran sus ojos, y luego vayan a anunciar al mundo que han visto a su Señor, y llévenles su mensaje de salvación, haciéndolos partícipes de mi alegría y su alegría, y de mi mensaje de esperanza en la vida de la resurrección.

Abran los ojos, y no busquen y no lloren más. El Señor los ha encontrado, los ha sanado, los ha redimido, los ha salvado, y ha llenado el cielo de alegría, porque eran ustedes los que estaban perdidos y Él los ha encontrado, estaban muertos, y Él los ha vuelto a la vida».