24/01/2025

MCM Jn 20, 24-29

SER CREYENTES

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 1)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

FIESTA DE SANTO TOMÁS, APÓSTOL

Evangelio según san Juan: 20, 24-29

Dichosos los que creen sin haber visto

 

«Hijos míos: no sean incrédulos sino creyentes. Son pocos los que escuchan, y son pocos los que creen. Y, entre esos, son pocos los dispuestos a entregarse, a comprometerse, a dar la vida. Yo les pido que volteen a verme. Entonces yo los tomaré de la mano y los conduciré, les prestaré mis ojos para que vean y mis oídos para que oigan; los uniré a mi corazón para que aprendan a amar. 

Ver con mis ojos es verlo todo, abarcarlo todo, descubrir lo inimaginable, sondearlo todo, hasta las profundidades de Dios, porque lo que mis ojos ven, todo me fue revelado por medio del Espíritu Santo. 

Ver con mis ojos es ver la gloria de Dios a través del corazón de una Madre; es ver a través de la mirada misericordiosa del Padre, que atrae a los hijos para reunirlos con la Madre y llevarlos de vuelta a casa; es contemplar al mismo tiempo desde el cielo la tierra, y desde la tierra el cielo; es ver la eternidad de Dios en el tiempo limitado de los hombres; es ver el deseo de Dios de conquistar a los hombres, y la indiferencia de los hombres ante el deseo de Dios; es ver con fe, con esperanza y con caridad. 

Ver con mis ojos es ver un pesebre y ver una cuna; es ver la cruz y ver una puerta abierta; es ver en cada creyente un miembro del cuerpo de Cristo, y en cada incrédulo un miembro que falta para completar su cuerpo; es ver a mis hijos unidos en un solo cuerpo y un mismo Espíritu, en un solo rebaño y un solo Pastor, en una sola Iglesia y un solo pueblo Santo de Dios.

Cristo dio la vida por ustedes, y después resucitó, destruyendo la muerte para darles vida, conservando las llagas de sus pies, de sus manos y de su costado, para que crean en Él, porque todo el que crea en Él tendrá vida eterna. Yo intercedo por ustedes, para que Dios aumente su fe, para que vean y crean, para que crean sin haber visto, y para que conozcan y amen a mi Hijo. Entonces será la alegría en mi corazón unido al suyo. 

Adoren a Jesús en la Eucaristía. Trátenlo como a un amigo, un hermano, y no metan sus dedos en sus llagas y sus manos en su costado, abriendo sus heridas con su incredulidad, cada vez que dudan de Él porque les falta fe. No sigan dudando, sino crean. No pidan señales. Solo pídanle que aumente su fe, que les dé visión sobrenatural, para que no sean incrédulos, sino creyentes. Reconózcanlo diciendo: “Señor mío y Dios mío”, y reciban su paz».