AGRADECER CON LA MADRE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 46)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
SÁBADO SANTO
Evangelio según san Juan: 19, 41-42
Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo. Allí pusieron a Jesús.
«Hijos míos: acompáñenme en este día de dolor, de soledad y de oscuridad, y oremos agradeciendo a Dios, porque se ha hecho su voluntad. Oren conmigo, agradezcan conmigo, compartan mi silencio y el dolor de mi corazón. Es así como me acompañan.
El Señor ha muerto. Ha sido traicionado, entregado, apresado, juzgado, despreciado, abucheado, burlado, golpeado, abofeteado, escupido, humillado, azotado, flagelado, cuestionado, expuesto, maltratado, torturado, clavado en una cruz, asumiendo la culpa de todos los pecados, levantado de la tierra. Y ha derramado su sangre hasta la última gota. Y ha muerto por ustedes, porque los ama. Agradezcan todo lo que ha hecho por ustedes y correspondan con sus vidas.
Acudan a mí, que soy su Madre, y acompáñenme, porque mi misión no ha terminado, apenas ha comenzado. Mi misión es sostenerlos, ser su auxilio y su refugio, ser su salud y su consuelo, ser su guía y la puerta del cielo, interceder por ustedes para que reciban las gracias que no saben pedir, ser el faro que los guía, y conseguir para ustedes que Dios aumente su fe, su esperanza y su caridad. Mi misión es llevarlos a Jesús. Yo los he acogido como verdaderos hijos en mi corazón de Madre. Acudan a mí como verdaderos hijos, porque lo son. Y yo los llevaré al encuentro del Hijo, que es el que es, el que era y el que ha de venir. Agradezcan conmigo y acompáñenme, perseverantes en la oración, en acción de gracias, esperando a mi Hijo hasta que vuelva.
El Señor ha muerto, pero nos queda la fe, la esperanza y el amor en su Palabra, que asegura su resurrección. Agradezcan y correspondan al amor de Cristo, que los ha amado hasta el extremo como Dios y como hombre. Honren su vida, honrando su muerte, procurando sus mismos sentimientos, amando lo que Él amó, amando como Él amó.
Acompáñenme, permanezcan conmigo, y hagan suyo mi dolor ante el sepulcro frío, como el corazón de piedra de los hombres, en el que ha sido puesto y está dormido el Hijo de Dios».