PARTICIPAR DE LA GLORIA DE DIOS COMO HIJOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 38)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 1, 19-28
Viene después de mí alguien que existía antes que yo.
«Hijos míos: contemplen a Dios en este Niño, que es mi Hijo, y mírense todos en Él. Miren a mi Hijo, que es el Todo, Dios hecho hombre, por quien fueron hechas todas las cosas, necesitado del calor del abrazo de su madre, ser alimentado, limpiado, abrigado, protegido, cuidado, amado. Contemplen cómo Dios confía totalmente en los cuidados y en la protección de un corazón de madre, a través de mí. Donación total de Dios al hombre, para llevar al hombre a Dios.
Ustedes son como bebés, que nacen como hijos de Dios, cuando son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, por aquel que vino detrás de los profetas a bautizar no con agua, sino con el Espíritu Santo, y que ningún profeta es digno de desatarle las sandalias: el Hijo de Dios, que a través de su obra redentora y su misión salvífica los une con su persona y su divinidad, por su único y eterno sacrificio, en el que otorga a todos los hombres la gracia de permanecer en Él para la vida eterna.
Pero algunos de ustedes no están siendo protegidos, porque se han alejado de mis brazos, están solos. Soledad que aprovecha el demonio.
Cristo los ama. Sufre por ustedes cuando no se dejan amar por Él y no corresponden a su amor, cuando se alejan de su amistad y no aceptan ser parte de la gloria del Padre que tiene preparada para ustedes, de la cual su Hijo ya goza sentado a su derecha, esperándolos. ¡Dense cuenta! ¡Acepten! ¡Vivan y agradezcan ese amor que no merecen!, pero que Él, siendo el Hijo de Dios, tiene derecho a decidir entregarles, porque Él quiere amarlos. Y los ama.
Yo piso la cabeza de la serpiente, por medio de mi corazón de Madre bien dispuesto. Y quiero recibirlos y enriquecerlos con los tesoros que medito en mi corazón.
Soy corredentora con Cristo, por Él y en Él, para darle a Dios Padre, omnipotente, toda la gloria que merece, por cada pecador que se convierte. Conviertan sus corazones para que permanezcan en Cristo, con Él y en Él, acercando sus almas al cielo para la gloria de Dios.
Arrullo en este Niño a cada uno de ustedes, para protegerlos y cuidarlos, para que la misericordia de Dios llegue a ustedes a través de mi amor de Madre».