DAR TESTIMONIO DEL HIJO DE DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 7)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 1, 29-34
Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.
«Hijos míos: Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, que vino a rescatar lo que estaba cautivo, que vino a abrazar al hijo pródigo, que vino a buscar a la oveja perdida, que vino a entregar la vida para destruir la muerte y dar vida.
Yo doy testimonio de que mi Hijo Jesús es el Hijo de Dios. Juan el Bautista dio testimonio del Cordero de Dios, pero él no lo conocía. A pesar de tener un encuentro con el Hijo de Dios desde el seno de su madre, a pesar de ser su primo, de ser familia, de ser cercano; a pesar de tener ojos y verlo, él no lo conocía, porque el Hijo de Dios no se había revelado, sino hasta que llegara su hora, y su hora había llegado. Pero dio testimonio, porque el que lo envió a bautizar con agua le reveló al que venía detrás de él a bautizar, no con agua, sino con el Espíritu Santo. Y es el Espíritu Santo quien lo ha manifestado, para que todos los hombres crean, para que la salvación de Dios llegue a través de su luz a todos los rincones del mundo.
Juan ha dado testimonio de todo esto, para que, el que tenga oídos oiga, y el que tenga fe crea. Den testimonio también ustedes, con su vida, porque, aunque ustedes tampoco lo conocían, han sido bautizados, y el Espíritu Santo se los ha manifestado. Y es a ustedes, al igual que Juan, que Dios les pide dar testimonio de esa verdad, que es la única verdad, porque el Hijo de Dios está vivo, vive en ustedes. Esa es la verdad.
Dichosos los que creen sin haber visto. Dichosos los que no lo conocían, pero que les ha sido revelado, y tienen ojos y ven, y tienen oídos y escuchan, y tienen voz y proclaman la palabra del Señor, que les ha sido manifestada a través del Verbo que se ha hecho carne y habita entre los hombres. Dichosos los que tienen fe, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen, porque ellos verán a Dios, porque serán salvados, y recibirán lo que el Hijo de Dios ha venido a ganar para ellos: su heredad.
Hijos míos: yo soy Madre, y las madres conocen a sus hijos. Les pido a ustedes que abran su corazón para que se dejen ayudar, para que reciban mi auxilio maternal. Reúnanse en torno a mí, porque el Espíritu Santo está conmigo, y yo llevo en mi seno a Dios. Porque el fruto de mi vientre es Cristo, el Salvador y Redentor.
Quiero despertar el amor en los corazones de cada uno de ustedes, para que amen a los demás como Cristo los ama. Quiero despertar en ustedes el amor a Dios y al prójimo. Quiero encender sus corazones en el celo apostólico del amor de Cristo, porque, aunque no son dignos siquiera de desatarle la correa de sus sandalias, Él los ama, y se ha revelado al mundo para salvar a todas las almas».