PROTEGER CON CELO EL TEMPLO DE DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 40)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
FIESTA DE LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN
Evangelio según san Juan: 2, 13-22
Jesús hablaba del templo de su cuerpo.
«Hijos míos: yo soy templo y sagrario de Dios. Soy Madre del cuerpo de Cristo y, por tanto, Madre de Dios y de la Santa Iglesia. Soy esposa del Espíritu Santo, y por este matrimonio indisoluble permanezco en unión eterna, por el cual ha sido engendrada la luz en mi vientre, para que nazca la luz para el mundo. Soy hija de Dios Padre, y solo a Él pertenezco. Soy por tanto hija, esposa y madre de Dios, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, protectora del arca de la alianza, y de los templos de la nueva alianza, en donde habita el Espíritu Santo.
Yo protejo los templos de Dios, que son ustedes, y procuro su pureza, con mi intercesión y mis cuidados de madre. Cristo ha hecho nuevas todas las cosas. Su sacrificio es único y eterno, y renueva y reconstruye constantemente el templo –que ustedes destruyen con sus pecados–, cuando se acercan a Él con el corazón contrito y humillado, y pidiendo perdón vuelven a la reconciliación con aquel que tanto los ha amado, que no se ha ido, sino que se ha quedado a vivir en ustedes, con ustedes, a pesar de haberlo crucificado, de haberlo abandonado, porque han caído cuando han sido tentados.
Cuiden, respeten, protejan, defiendan y custodien sus cuerpos, con el celo apostólico de quien cuida lo sagrado para que no sea profanado, porque ustedes son el templo de Dios, morada del Espíritu Santo, y quien mantiene digno el templo, lo santifica.
Acudan, hijos míos, al trono de la gracia. Dios no se muda, nunca abandona, no los deja solos, es paciente, y todo perdona».