22/01/2025

MCM Jn 3, 1-8

RENOVARSE EN EL ESPÍRITU

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 55)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 3, 1-8

El que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.

 

«Hijos míos: ustedes han sido bautizados con agua, con fuego y con el Espíritu Santo, para nacer al mundo nuevo, que mi Hijo Jesucristo con su sangre ha ganado, y que ustedes construyen con Él: el Reino de los Cielos en la tierra, porque Él ha hecho nuevas todas las cosas. Pero si uno no nace de lo alto, no puede ver el Reino de Dios.

Ustedes han sido engendrados espiritualmente en mi vientre, y han sido plantados como semilla buena en tierra buena, para que crezcan, para que se alimenten y den fruto, y ese fruto permanezca. Es necesario ser sembrado en el cuerpo de Cristo, para nacer, morir y resucitar con Él. Mi misión como Madre es acompañarlos y auxiliarlos en todo momento, para que cada uno de mis hijos entregue todo a Dios, hasta el espíritu. Porque el espíritu es lo que resucita y da vida. Así es como la Madre da vida a la Iglesia.

Pero, si un día se sienten perdidos; si sienten que están como muertos en vida, y no logran sentir que Cristo vive en ustedes, pídanle al Señor que los renueve; pídanle que encienda el fuego de sus corazones, que aumente su fe, y que les dé la fuerza para hacer sus obras, para que le muestren al mundo que su fe está viva, porque una fe sin obras es una fe muerta.

Acérquense con confianza a la oración, meditando todas las cosas que hay en sus corazones, y ábranse a la gracia y a la misericordia de Dios, porque Él los está esperando para llenar de amor sus corazones, con el Espíritu Santo. Pero primero deben morir al mundo, vaciándose de ustedes mismos, despreciando todo apego al mundo y rechazando el pecado. Morir al hombre viejo, para ser renovado; pedir perdón para ser lavado con el agua y la sangre de Cristo, que brota de la fuente de misericordia, abundante e infinita, de su costado.

Crean en el poder del Hijo de Dios, que los renueva cuando los perdona, aunque haya sido muy grave su pecado. Él ha muerto y ha resucitado, y ha pagado el precio de todos sus pecados. Vuelvan a Él, vuelvan a la gracia, acudan al sacramento de la reconciliación, para que vuelvan a la vida. 

Renuévense y ábranse a la vida del Espíritu, para que lo que esté muerto viva. Porque Jesús estaba muerto, pero ha resucitado, y Él no es un Dios de muertos, sino de vivos».