23/01/2025

MCM Jn 7, 1-2. 10. 25-30

SER ENVIADOS DE DIOS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 31)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 7, 1-2. 10. 25-30

Trataban de capturar a Jesús, pero aún no había llegado su hora.

 

«Hijos míos: yo los auxilio para que ustedes muestren al mundo la luz que llevan dentro; para que griten al mundo quiénes son, de dónde vienen y quién los ha enviado; para que den testimonio de fe. Pero ustedes no van por su cuenta, sino enviados por mi Hijo Jesús, y Él es enviado por el que es veraz, y que ustedes no conocen. Pero Él sí lo conoce, porque procede de Él y Él lo ha enviado. Y con esa seguridad y confianza, con la que el Padre lo ha enviado a Él, así los envía Él.

No han sido ustedes quienes lo han elegido a Él. Es Él quien los ha elegido a ustedes, para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca; para que pongan su fe en obras, y den testimonio de Él por sus obras; para que el mundo crea en Él y tengan vida eterna.

No digan: soy muy joven, porque a dondequiera que Él los envíe irán, y todo cuanto Él ordene dirán. No tengan miedo porque Él está aquí para salvarlos.

Proclamen la grandeza del Señor, haciendo todo cuanto Él les manda, y cumplan su palabra, porque eso es lo que les manda.

Y alégrense cuando sean perseguidos, cuando los injurien, los maldigan, o mientan contra ustedes por la causa de Cristo, porque serán bienaventurados.

Hagan lo que tienen que hacer, y obedezcan, porque, así como el Señor los envía, les pide, les exige, y en ustedes confía para hacer sus obras, así también Él, que es bueno y misericordioso, les promete una recompensa muy grande en el cielo.

Jesús los envía, pero no los envía solos, Él está con ustedes todos los días de su vida, y aquí tienen a su Madre, que los guía, que los cuida, que los protege, que los acompaña, y los lleva por camino seguro. 

Que su oración sea de contemplación, adorando la Santa Cruz y la Eucaristía; para que sean constantemente fortalecidos en el amor; para que sientan mi presencia, y sea su refugio y su fortaleza la compañía de una verdadera Madre. ¿Necesitan, acaso, alguna otra cosa?».