DAR FRUTO PARA SERVIR A DIOS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 33)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 12, 20-33
Si el grano de trigo sembrado en la tierra muere, producirá mucho fruto
«Hijos míos: permanezcan conmigo y acompáñenme al pie del árbol de vida, que es la cruz de Cristo, por quien soportan todos sus sufrimientos, y no se avergüenzan, porque en Él tienen puesta su fe; porque Él ha destruido la muerte para irradiar la vida, por medio del Evangelio, que es su Palabra viva.
Yo pongo en ustedes mi esperanza, porque en la medida de sus oraciones y de su entrega en el servicio serán los frutos. Sigan a Cristo para servir a Dios. Porque el grano de trigo sembrado en la tierra, si no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. No se puede resucitar en el Cuerpo de Cristo si no se muere primero con Él, en ese mismo cuerpo; y no se puede morir en ese cuerpo si no se pertenece primero a Él. Es necesario ser sembrado en el cuerpo de Cristo para nacer, morir y resucitar con Él. Todo lo que no pertenece a ese bendito y Sagrado cuerpo de Cristo no se aprovecha y no sirve para nada.
Cristo no ha venido a ser servido, sino a servir. Él les pide que mueran al mundo, que se aborrezcan a ustedes mismos, que lo sigan y se pongan a su servicio; y en la tribulación y en la persecución permanezcan alegres, haciéndose últimos y servidores de todos; que lo escuchen y, renunciando a ustedes mismos, lo encuentren, porque para seguirlo hay que conocerlo a través de la Palabra, y de la experiencia del encuentro con Él en la oración.
Les pide mucho, pero les muestra la balanza: en un lado está la generosidad y confianza de ustedes, y en el otro lado está la vida eterna, que es su esperanza. Reflexionen y dense cuenta hacia dónde está inclinada la balanza, para que entiendan que todo vale la pena.
Yo derramo por ustedes lágrimas de amor, con mi ternura de Madre, pidiendo la gracia para que sigan a Cristo, para que lo sirvan, y sean con Él, para el mundo, la luz de la esperanza».