MCM Jn 16, 20-23
MCM Jn 16, 20-23
00:00
00:00

ALEGRARSE CON MARÍA

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 87)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 16, 20-23

Nadie podrá quitarles su alegría.

 

«Hijos míos:¡desborda de alegría el alma mía! Mi Hijo ha vencido al mundo, y Él sube al cielo y va a la gloria del Padre, para que el Espíritu Santo sea enviado a reinar sobre el mundo, para tomar posesión de lo que Cristo, con su victoria, ha ganado: las almas de los hombres para la vida eterna, para que todo el que crea en Él sea unido en un solo cuerpo y un mismo espíritu, para participar de su gloria en la vida eterna.

Es tiempo del triunfo de mi Inmaculado Corazón, por el que todos mis hijos serán reunidos en un solo pueblo y con un solo Pastor. Yo soy Madre de la Iglesia, que es cuerpo de Cristo, pueblo santo de Dios. En mi alegría yo les doy mi auxilio, haciendo llegar hasta ustedes la misericordia que mi Hijo derramó en la cruz, para que permanezcan en unión fraterna, cumpliendo el mandamiento que les ha dado Cristo, y sean, como Él, buenos, virtuosos y santos.

Es tiempo del reinado del Espíritu Santo. Es tiempo de un continuo Pentecostés, para que, por la misericordia de Dios, reciban las gracias que los fortalecerán para llevar la luz de Cristo al mundo entero, a través de su amor y su misericordia. Permanezcan unidos al Sagrado Corazón de Jesús y al mío, para que siempre estén dispuestos a recibir y a entregar las gracias que yo les quiero dar, exponiendo mi corazón para compartirles mis tesoros. 

Yo los hago partícipes del tesoro de mi alegría, que es la expresión del amor, y el arma más poderosa para la batalla final, porque la tristeza, la angustia que causa la tribulación y el miedo en el mundo, los lleva a la perdición, pero la alegría es la luz que disipa las tinieblas e ilumina el alma como fruto de la acción del Espíritu Santo en un corazón contrito, humillado y dispuesto.

Reúnanse conmigo con la oración vocal, rezando el Rosario, meditando la vida de Jesús que vivió entre los hombres, para que crean en Él y quieran ser como Él, para que, por la acción del Espíritu Santo, hagan las mismas obras que hizo Él y aún mayores, unidos a Él, porque Él va al Padre, y todo lo que pidan en su nombre se los concederá, para que el Padre sea glorificado en el Hijo; y con la oración en silencio, que favorece la disposición del corazón a recibir la gracia y a recibir el amor. Reúnanse conmigo en el abrazo del Espíritu Santo en un eterno Pentecostés».