MCM Jn 16, 29-33
MCM Jn 16, 29-33
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TENER VALOR PARA SEGUIR A CRISTO

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 90)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 16, 29-33

Tengan valor, porque yo he vencido al mundo.

 

«Hijos míos: mi Hijo Jesús les advierte que en el mundo tendrán tribulaciones, pero los anima diciendo “tengan valor, porque yo he vencido al mundo”. Ante la incertidumbre de sus miserias, los llena de la seguridad de su victoria. Y les envía al Espíritu Santo, Paráclito, Consolador, que es el Dador y el Santificador. ¡Recíbanlo!, para que los llene de Él, y puedan cumplir con lo que Dios les pide con sabiduría, con inteligencia, con consejo, con fortaleza, con ciencia, con piedad, y con santo temor de Dios. ¡Recíbanlo!, para que con sus dones obtengan frutos en ustedes mismos, y tengan valor, aun en medio de la tribulación, sabiendo que Jesús está con ustedes, ha luchado sus batallas, y ha vencido.

Reciban al Espíritu Santo, para que permanezcan en el amor de Cristo, como Él permanece en ustedes. Abandónense a su voluntad con docilidad, para que Él pueda actuar a través de ustedes. Pídanle que su luz los ilumine, para que disipe toda tiniebla que haya en ustedes, y obedezcan la voz en su interior, que, ante la dificultad, les ayuda a discernir. Dejen que la luz ilumine sus conciencias, y luego actúen con prudencia.

Cristo ha vencido al mundo, pero la batalla permanece hasta que vuelva, y el ataque del enemigo es muy fuerte. Ustedes sean valientes y acompáñenme, porque Dios en su infinita misericordia permite mi protección, que es muy fuerte, porque yo poseo el arma del triunfo en la batalla final: el amor y la alegría, que es la manifestación del amor.

Cuando mi Hijo resucitado subió al cielo, yo deseé con todo mi corazón irme con Él, pero la voluntad de Dios era que me quedara; y me quedé y esperé, porque yo debía completar mi propia misión, exaltando al Verbo encarnado, llevando a ustedes la Palabra, enseñándolos a ser como Él, fortaleciéndolos para construir el Reino de los Cielos en la tierra. Y para reunirlos y acompañarlos, para que el Espíritu Santo, que siempre está conmigo, sea enviado también para ustedes, y derrame en sus corazones todos sus dones. Y, llenos del Espíritu Santo, manifiesten con su vida los frutos, que son la alegría, el amor, la bondad, la paz, la mansedumbre, el dominio de sí, la fidelidad, la generosidad.

Yo les pido que se mantengan dóciles al Espíritu Santo, para que todos los días Él les enseñe y les recuerde todas las cosas, para que las transmitan al mundo, y sean ustedes testimonio del amor de Dios y de su misericordia».