24/01/2025

MCM Jn 19, 25-27

COMPADECER EL DOLOR DE LA MADRE

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 38)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

VIERNES DE DOLORES

Evangelio según san Juan: 19, 25-27 

¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor?

 

«Hijos míos: la cruz es la expresión máxima del amor de Dios por los hombres. Entrega total en la que Dios adquiere la paternidad para todos los hombres, a través de la muerte del Hijo, por el Espíritu Santo, por quienes adquiere la Madre la maternidad universal, para llevar a todos sus hijos al Padre.

Es en la cruz en donde la espada de dolor atraviesa el alma de la Madre que se dona, que se entrega con el Hijo, por voluntad propia, en las manos del Padre, asumiendo en la corredención el dolor de todos los pecados de los hombres que ofenden tanto a Dios. 

Acompáñenme al pie de la cruz, y compartan el dolor de mi Inmaculado Corazón, al ver a mi Hijo crucificado. Me causa un profundo dolor, como una daga que se clava en el pecho y atraviesa hasta la espalda. Es el profundo sufrimiento de una madre junto a un hijo que está muriendo en medio de un tormento. Mientras su cuerpo permanece inmóvil, mi mirada se concentra en la suya y en la luz de sus ojos, que me hacen saber que está ahí, está vivo, sintiendo, sufriendo, amando, entregando su cuerpo en las manos de los hombres, y abandonando su espíritu en las manos de Dios.

Acompáñenme, compadezcan mi dolor, sientan mi sufrimiento y mi angustia, vivan con paciencia mi entrega, y entréguense conmigo, permaneciendo al pie de la cruz del Hijo de Dios, atormentado en la debilidad de su humanidad, soportando con la fortaleza de su divinidad. Contemplen en esta cruz a la Divina Trinidad, que transforma la cruz en un mar de misericordia.

Cruz de perdón, que contiene la sangre del Cordero de Dios, que se derrama en ella para quitar los pecados del mundo.

Cruz de salvación, que es elevada para que el mundo crea que al que han crucificado es verdaderamente el Hijo de Dios, que habló siempre con la verdad, y que sus palabras son verdaderas, porque Él es la verdad, y en esta cruz está la prueba.

Cruz en la que pierde la vida el que es Hombre y Dios, para recuperarla de nuevo y hacer nuevas todas las cosas.

Cruz de amor, en la que se manifiesta el amor trinitario de Dios, a través de su misericordia. 

Cruz de generosidad, en la que el Hijo entrega a la Madre para hacerla madre de todos los hombres, a través de un solo hombre que permaneció al pie de su cruz.

Cruz en la que hace hijos a todos los hombres, entregándolos a la Madre a través de un solo hombre, su amigo y discípulo amado.

Yo acompaño a mi Hijo con una entrega fiel al Padre, a través de la cruz. Permanezcan conmigo al pie de la cruz, para que, por esta misma cruz, sientan y vivan mi sufrimiento, para que, a través de ese sufrimiento, sean purificados sus corazones. Reciban mi amor y la fortaleza de Dios, el amor de Cristo y la fortaleza de su cruz. Mi corazón es doliente y sufriente por las heridas causadas al Sagrado Corazón de mi Hijo.

Mediten mis dolores en cada momento de la vida de Cristo, junto a mí, para reparar el Sagrado Corazón de Jesús».