ESCUCHAR Y OBEDECER PARA DAR FRUTO ABUNDANTE
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 52)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Juan: 21, 1-14
Se acercó Jesús, tomo el pan y se lo dio a sus discípulos y también el pescado.
«Hijos míos: el Señor los envía a echar las redes al mar, para que consigan el alimento con su trabajo y el sudor de su frente. Pídanle al Padre con humildad, y con la insistencia de un hijo. Confíen en la providencia de un Padre misericordioso y amoroso, que les da todo, hasta su heredad por filiación divina.
Acudan con prontitud cuando el Señor los llama. Pero no vayan con las manos vacías. Llévenle al altar sus ofrendas de cada día, fruto de sus trabajos y de sus sacrificios, pero siempre con alegría, para unirlas a la Cruz, para que sean transformadas en la vida de su resurrección, en alimento de vida y en bebida de salvación, en acción de gracias, en don, en comunión, en sacrificio, en ofrenda, en sacramento, en Eucaristía. Y reconozcan que ese alimento y esa bebida es su Señor, y vayan a su encuentro. ¡Reconózcanlo! Cristo está vivo. ¡Atrévanse!, échense al mar. Dejen las redes y síganlo.
Dios toca los corazones de todo el que caiga en mis redes, y escuche y obedezca la voluntad de Dios, cumpliendo sus mandamientos. Aquí tienen a mi Hijo, para que lo escuchen y lo obedezcan. Y, una vez renovados, eche cada uno sus redes al mar, y la pesca sea abundante. Pero con redes fuertes, para que no se rompan, y no se pierda ninguno; para que, cuando lleguen a la orilla, den buenas cuentas al dueño de la barca, de las redes y de los peces.
Permanezcan atentos, despiertos, en vela, porque el Señor viene a su encuentro en todo momento. Realicen sus trabajos buscando la perfección, obrando con virtud, pero dedicando siempre un tiempo para la oración, porque muchas cosas son importantes, pero solo una es necesaria: escuchar a Jesús. Lo que pidan en nombre de mi Hijo, el Padre se los concederá, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Porque ustedes lo escuchan y lo aman, y lo obedecen, y guardan sus mandamientos.
En mi vientre está la luz de la fe, la esperanza y el amor. Es desde aquí que brilla la luz para el mundo, para que el mundo reconozca por la fe a Cristo, resucitado y vivo, que reina en mí, que reina en ustedes, que reina en todos los corazones que tienen fe.
Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, pidiendo la providencia del Padre, conmigo y en comunidad, y todo lo demás se les dará por añadidura».