14/02/2025

MCM Jn 11, 1-45

CREER EN LA RESURRECCIÓN

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 33)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Juan: 11, 1-45

Yo soy la resurrección y la vida.

 

«Hijos míos: Jesús es la Resurrección y la Vida. 

Esa es la verdad que están llamados a creer; porque, si no creen que Cristo resucitó, vana es su fe. Resurrección y vida, eso es lo que les ha dado el Señor. Pero, para resucitar, primero hay que morir. 

Y, para tener vida, primero hay que creer en la Vida.

Él es la Vida. Por eso todo el que crea en Él, aunque muera vivirá. Él es la verdad, y la verdad los hace libres. En esa libertad, Él mismo entregó su vida para salvarlos. Pero creer que el Señor resucitado es Jesús sacramentado depende de ustedes, porque la gracia ya se las ha dado.

Hijos míos: sus necesidades humanas son muchas, porque, aunque forman parte del cuerpo resucitado y glorioso de mi Hijo Jesucristo, aún no han alcanzado la perfección, y viven sujetos a las carencias de sus propios cuerpos imperfectos y miserables. 

Vivan la caridad entre ustedes, y sean misericordiosos los unos con los otros, abandonándose en la confianza a la Divina Providencia, porque al servir al prójimo es al mismo Cristo al que alimentan, visten, cuidan, auxilian. 

Sean personas íntegras y den ejemplo de unidad de vida: cuerpo y alma en armonía, y muestren al mundo la alegría de hacerlo todo por amor de Dios, dando testimonio del amor de Dios en ustedes, para que, obrando con rectitud de intención, el mundo vea en su pureza el amor de Dios, y crea en mi Hijo Jesucristo, y en que el Padre lo ha enviado, para hacerlos también parte, en un mismo cuerpo, por un mismo Espíritu, y sean partícipes de la gloria de su resurrección, y después también con sus propios cuerpos gloriosos, al final de los tiempos. 

Aprendan la doctrina de unidad de vida, para que vivan en armonía por Cristo, con Él y en Él, en un solo cuerpo y un mismo Espíritu. Ofrezcan todos sus desganos y tribulaciones por la santidad de sus propias almas, soportando y haciendo todo por amor de Dios, porque el beneficio para ustedes será en favor del cuerpo entero.

Tomen conciencia de que cada uno de sus actos ayuda o afecta también a sus hermanos, que viven en Cristo, por Él y en Él, en un mismo cuerpo y por un mismo espíritu, resucitados en medio del mundo. Porque, aun cuando el cuerpo tienda al pecado, el espíritu de Dios los mantiene vivos, en la esperanza de alcanzar, después de la muerte, la vida eterna, como Él, en alma y en cuerpo glorioso, por Él, con Él y en Él.

Esa es su promesa, y esa la fe de todos los que creen en su Palabra y la cumplen, para que, por sus obras, sea glorificado el Hijo de Dios, y así, unidos en Él, le den gloria a Dios, porque el Padre ya ha sido glorificado en el Hijo».