DECIR SÍ TODOS LOS DÍAS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 23)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 1, 18-24
Jesús nació de María, desposada con José, hijo de David.
«Hijos míos: permanezcan en la disposición para decir sí todos los días de su vida, para recibir, para hacer crecer, para entregar, para enriquecer, para dar fruto.
Y en ese sí, reciban la misericordia de mi Hijo para ustedes, mientras permanecen en el silencio de su oración, mientras se entregan al servicio de Dios por medio de sus labores en su vida sencilla y ordinaria, dando gloria a Dios, amándolo por sobre todas las cosas.
Los ángeles y los santos los acompañan, y mi Hijo está con ustedes siempre, a donde quiera que van. Acompáñenme ustedes también a mí en esta espera, con la ilusión de madre que yo tengo, de ver el rostro de ese bebé que crece, que se desarrolla, que se alimenta, que se mueve con libertad, pero prisionero en los límites de mi humanidad, que descansa en mi morada, que arrullo y que duerme, pero que me escucha, que siente.
Con la ilusión de escuchar su risa, su llanto, su dulce voz, que sea en sí misma palabra de vida, alimento del alma, salvación del mundo para todo aquel que lo escuche y crea en Él.
Con la ilusión de acariciarlo, de besarlo, de abrazarlo, de sentir la suavidad de su piel, de tomar sus tiernas manos entre las mías, de sostenerlo en mis brazos, de arrullarlo en mi regazo y contemplar en ese pequeño ser la grandeza del Todopoderoso.
Con la ilusión de alimentarlo, de cuidarlo, de envolverlo en pañales y arroparlo, de cuidar su sueño y hacerlo descansar.
Con la ilusión de verlo crecer en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Acompáñenme al pie del pesebre, que es altar y es cruz, esperando, adorando, amando».
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