PEDIR LA GRACIA PARA NO TRAICIONAR A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos II, n. 43)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
EVANGELIO DEL MIÉRCOLES SANTO
Evangelio según san Mateo: 26, 14-25
¡Ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!
«Hijos míos: los hombres, por su debilidad, pueden traicionar, pero yo les pido que tengan esperanza y acepten la compañía de la Madre, que no los abandona, que nunca los deja. Que, a pesar de las circunstancias de cada uno, de las dificultades, de los sufrimientos, de las inseguridades e incertidumbres, de la falta de fe, y de la traición de muchos, estoy aquí, de pie, junto a la cruz de cada uno, compartiendo cada momento, cada sentimiento, cada oración, cada palabra de amor, cada problema, cada angustia, cada alegría, cada ilusión, cada petición, cada súplica, cada momento de arrepentimiento en el que piden perdón. Y soportando cada falta, cada pecado, cada insulto, cada blasfemia contra Dios, sintiendo cómo una espada de dolor atraviesa mi corazón. Eso es la corredención. No fue un momento pasado. Algo que el tiempo haya curado o haya borrado. Es un presente constante, en la eternidad de Dios, en la que vivo yo.
Estos días santos, en los que se conmemora especialmente la Pasión y la muerte de mi Hijo, Jesucristo, Salvador y Redentor, acompáñenme, y mediten conmigo todas las cosas que llevan guardadas en sus corazones, y yo en el mío. Pero traigan todo al tiempo presente. No se queden en la imaginación de un traidor llamado Judas, y de un Crucificado, que fue por su amigo entregado, para ser apresado, juzgado injustamente, torturado brutalmente, y llevado como cordero al matadero. Mediten en tiempo presente. Esto pasa continuamente, actualmente. Pidan constantemente la conversión. Especialmente de los más débiles, que han elegido la traición.
Tengan cuidado de sus actos y de sus obras, porque tienen libre voluntad, y la carne es débil. Jesús les advierte, porque los ama. Y también les da su gracia, y eso les basta.
Acepten su ayuda. Ábranle sus corazones, y acepten su gracia, sometiendo su voluntad a la humildad de aquel que los ama y que por ustedes su vida ha entregado.
Invoquen la presencia del Espíritu Santo, ante cualquier situación, para que, con prudencia y con paciencia, tomen cualquier decisión.
Reconozcan que son tan solo hombres y mujeres pecadores, capaces de cometer los horrores más grandes contra el Señor.
Caminen con cuidado, no vacilen y no se distraigan, porque el demonio está al acecho esperando a que caigan.
Acudan a mi auxilio para alejarse de toda tentación, y rechazar todo pecado, y reconozcan que ustedes solos no pueden, pero que Cristo vive en cada uno, y les dice “yo te ayudo”, para que nunca lo traicionen, para que nunca lo abandonen».