CONFIAR EN LA DIVINA PROVIDENCIA
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 96)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 6, 24-34
No se preocupen por el día de mañana.
«Hijos míos: busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las cosas se les darán por añadidura. Permanezcan fieles a Dios, dando testimonio, demostrando la fe y la confianza ante las dificultades, con paciencia, perseverancia, alegría, confianza, abandono, obediencia y, practicando la unidad de vida. Acepten y amen la divina voluntad de Dios, que es bondadoso, compasivo y misericordioso.
En el altar se une el cielo con la tierra en cada consagración, en cada oblación, en cada Eucaristía.
Permanezcan santificándose en la verdad, en unidad de vida, convirtiendo sus labores cotidianas en oración, uniendo su trabajo, su sacrificio y su oración en el único sacrificio de Cristo, ofreciéndolo a Dios Padre. Y por añadidura lo demás se les dará.
Ustedes no son dignos de merecer nada, pero Cristo les ha merecido el cielo mismo y la vida eterna, para disfrutar con Él su Paraíso. Él ha ganado para su Padre todo lo que los hombres no han podido. Le ha ganado un pueblo santo con el precio de su sangre.
Nadie puede servir a dos amos. Asegúrense de estar sirviendo a Dios, buscando primero su Reino y su justicia y, por añadidura, lo demás se les dará. No se inquieten, vivan en paz. No se preocupen por el mañana, cada día tiene su propio afán.
Yo soy verdadera Madre del verdadero Dios por quien se vive, y que es verdadero hombre, y por quien soy madre de todos los hombres. ¿No estoy yo aquí que soy su Madre? Reciban mi paz. ¿Tienen necesidad de alguna otra cosa?
Déjense abrazar por mí, para llenarlos y desbordarlos de mi paz, para que amen al Señor su Dios, con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, con todas sus fuerzas, y perseveren en la fe, en la esperanza y en el amor, entregando su vida en conciencia y con toda su voluntad, en las manos de la Divina Providencia».