SERVIR A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos III, n. 105)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según San Mateo: 8, 5-17
Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores
«Hijos míos: yo los socorro y protejo en sus necesidades. Si han sentido el cansancio y el hastío que los debilita, y me acompañan, yo fortalezco su voluntad. En esta voluntad entregada está la victoria. La lucha es de cada uno, cada día, constante. El cansancio del cuerpo debilita la voluntad y tienta el alma. Pero un espíritu fortalecido por la oración y la entrega continua a mi Hijo, es invencible. Consagración a mi Inmaculado Corazón. Ése es mi llamado por el que acudo y socorro a mis hijos. Ése es el llamado de auxilio por el que tienen la victoria asegurada, porque es en esa batalla, luchando a mi lado, que mi Corazón Inmaculado triunfará.
Mi Hijo Jesús los ha hecho dignos hijos del Padre, en orden a la filiación divina, para que sean uno en Él, como el Padre y Él son uno. Mantengan el orden que fomenta el respeto y la dignidad de cada uno; orden para hacer todas las cosas; orden en la familia, como orden hay en la creación desde un principio, cuando Dios los hizo hombre y mujer a su imagen y semejanza; orden para trabajar y servir, para hacer la voluntad de Dios, cumpliendo los mandamientos de la ley, para permanecer en Él, como Él permanece en ustedes.
Jesús fue probado en todo igual que ustedes, menos en el pecado, para padecer y compadecer los sufrimientos del hombre pecador, indigno y miserable, y derramar sobre ustedes su misericordia, a través de su sangre derramada en la cruz, para perdonarlos, para lavarlos, para purificarlos, y darles la dignidad de Cristo, en su humanidad, y en su divinidad, para que, por Él, con Él, y en Él, tengan vida eterna.
Ante la misericordia del Señor, un alma agradecida se levanta y se pone a servirlo, sin desear nada más que llevar su misericordia a los demás, con la alegría de saberse elegida, tocada, sanada, transformada, amada. Abran sus corazones al amor de Cristo, y déjense encontrar, déjense sanar, levántense y sírvanlo, sabiendo que en sus debilidades está la fortaleza del Buen Pastor que los guía, que los conduce, que los cuida y que los lleva hacia fuentes tranquilas para hacerlos descansar y reparar sus fuerzas.
Jesús ya ha cargado toda culpa de todo pecado. Ustedes han sido sanados, han sido salvados, los ha tomado de la mano y los ha levantado, porque han creído. Ahora sírvanlo, poniendo su fe en obras, poniendo orden en sus vidas y en su alma agradecida, haciendo lo que Él les diga, entregando sus corazones en el apostolado, con el amor y el fervor de los santos».