05/02/2025

MCM Mt 8, 28-34

EXPULSAR DEMONIOS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 6)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 8, 28-34

Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos.

 

«Hijos míos: los demonios gritaron: “¿qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?”. Y está escrito, para que conste, que hasta los demonios creen en Él, lo reconocen y lo obedecen. Y no hay miedo más grande que el que ellos mismos manifiestan tener a Dios, porque conocen su poder, y saben que ante Él nada pueden hacer. Yo piso la cabeza de la serpiente, pero es Cristo quien tiene el poder, y a ustedes los hace fuertes.

Mantengan abiertos los ojos del alma, que son más fuertes que los ojos del mundo. Es el Hijo que llevo en mi seno el que, con su luz, cega los ojos del mundo, para abrir a la gracia los ojos de sus almas, y que puedan verlo con su majestad y poder, y que puedan sentirlo con su amor y su paz, y que puedan creer en Él, y fortalecerse en Él, y vivir en Él, como Él vive en ustedes. El enemigo no tiene sobre Él ningún poder. Él le ha dado el poder a los hombres de expulsar a los demonios miserables, que por Él ya han sido condenados al exilio y a la destrucción, y el pueblo de Dios liberado de esos demonios y de su esclavitud, por su preciosa sangre, derramada en la crucifixión, por su muerte, y por su resurrección. Aliméntense con el cuerpo y la sangre de Cristo, para que los fortalezca en sus debilidades. 

El hombre ha sido creado para el bien, pero ha sido creado en libertad, y se le ha dado la voluntad y el querer, para que actúe libremente. La fortaleza está en la humildad de reconocerse débiles y frágiles, tentados y pecadores, necesitados de Dios, pequeños e indignos, pero como hijos agradecidos y entregados a su bondad y a su misericordia. Pero a algunos la soberbia los domina. Compartan conmigo el dolor de mi corazón, y oren conmigo por ellos, porque yo piso la cabeza de la serpiente, pero ella ya ha regado su veneno. Oremos para que Dios aumente su fe y su humildad, para que sepan reconocerse pecadores, se arrepientan, y tengan el valor de acudir a la reconciliación y a la amistad de Cristo.

Acudan a mi protección de Madre, porque yo llevo al Hijo de Dios en mi vientre, y con todo su poder piso la cabeza de la serpiente, mientras ella intenta morder mi talón, pero no puede hacerme ningún daño. Yo soy la Reina de los Cielos y de la Tierra, soy Hija del Padre, Esposa del Espíritu Santo, Madre del Hijo de Dios, Madre de la Iglesia, y Madre de ustedes. Mi nombre es María, yo soy el camino seguro por el que siempre se va y se vuelve a Jesús. Los demonios huyen ante el poder de mi nombre y ante el poder de la Cruz».