SEGUIR A JESÚS
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos VII, n. 25)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
FIESTA DE SAN MATEO, APÓSTOL
Evangelio según san Mateo: 9, 9-13
Sígueme. Él se levantó y lo siguió.
«Hijos míos: ¡Sígueme! Esa es la llamada insistente de un hombre enamorado, de un Dios entregado a los hombres por amor. Seguir a Jesús es corresponder a su amor; es agradecer; es ver con su mirada enamorada del mundo para amar como Él; es vivir cada día con alegría; es renunciar a todo lo que no conduce a Dios; es descubrir la verdad, el camino y la vida; es caminar con Él, siguiendo sus pasos en un mundo que ya ha caminado Él; es rechazar el mal y hacer el bien; es dejarse acompañar de su Madre para perseverar y llegar al encuentro con Él todos los días, en cada momento de oración, de acción, de entrega, correspondiendo a ese amor que no han merecido, y que les ha dado solo porque Él ha querido.
A mí me llenan de alegría cuando ustedes hacen lo que Él les dice. Pero cada uno tiene voluntad y tiene libertad, y decide levantarse y caminar, o quedarse sentado porque les falta fe.
Estos tiempos son difíciles. Yo podría decirles que desde hace dos mil años no ha habido tiempos tan difíciles para manifestar la piedad, para transmitir la fe, para proclamar la palabra y convertir los corazones de piedra en corazones de carne. Dios ha permitido que el hombre tenga mucho poder, pero el hombre tiene límites, y límites no tiene Él.
Llegará un momento en que el hombre nada pueda hacer, y se dé cuenta y reconozca que de Dios es todo poder. Por eso a este tiempo se le llama “los últimos tiempos”, porque el hombre está llegando a ese límite, en el que descubrirá que nadie como Dios hay. Pero a ese límite se llega de forma individual.
La conversión es como un infarto al corazón, se llega al límite, y por sí sola la persona no tiene opción, una sola es la elección. Yo les aseguro que en un momento así todos eligen la vida, porque para la muerte nadie está preparado totalmente. Pero, para la vida, para eso nos ha creado Dios. Y cuando el hombre recibe una nueva oportunidad, valora la vida como nadie más. Esa es la conversión. Cuando ha conocido la Vida, que es Cristo, se llena de alegría y no piensa en hacer otra elección. Ha tomado la mejor decisión, descubre el Camino, encuentra en ese Camino su destino, la Verdad y la Vida, que es Cristo, el único Hijo de Dios, el verdaderísimo Dios por quien se vive.
Hijos míos, levántense y síganme, porque es a Él a quien los llevo yo».