DEJARSE AYUDAR
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos I, n. 11)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo: 11, 28-30
Vengan a mí todos los que están fatigados.
«Hijos míos: aprendan de mi Hijo Jesús, que es manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Él es su Maestro, y quiere enseñarlos a aligerar su carga, porque los comprende. Él los ha enviado, no a llevar carga, sino cruz, y a que caminen, no atados a las cadenas del mundo, sino bajo la suavidad de su yugo; no bajo la opresión de los hombres, sino en libre voluntad, unida a la voluntad del Padre, para que lo sigan, para que lo alcancen, y los haga descansar de sus fatigas, porque su yugo es suave y su carga ligera. Por tanto, necesitan humildad para dejarse guiar, para dejarse ayudar. Y la mansedumbre del cordero, que se deja conducir con docilidad por su Pastor hacia fuentes tranquilas, para reparar sus fuerzas.
El Señor es su Pastor. Confíen en Él, porque Él da la vida por sus ovejas. Aprendan de Él, porque Él conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a Él. Él las llama por su nombre y ellas lo siguen. Él les da la vida eterna, y no perecerán jamás. Nadie las arrebatará de su mano. Escúchenlo y síganlo, ustedes son su rebaño.
Aprendan de su Maestro, y libérense de la opresión. Tomen el yugo del Señor, y no cargas pesadas, sino ligeras. Él es compasivo y misericordioso, y los conduce a la verdadera libertad, que es el conocimiento de la verdad, que los libera de las cadenas del mundo y les concede la paz.
Si están cansados, si sienten que su carga es pesada, si están atados al mundo por las cadenas del orgullo que los frustran y los debilitan, no pretendan seguir caminando con sus propias fuerzas, déjense ayudar, acudan a la oración y al encuentro de Cristo, en medio de sus trabajos y de las fatigas de todos los días, y entréguenle sus corazones cansados, contritos y humillados, para que sean renovados en el amor, y configurados en la humildad y en la mansedumbre de su Corazón Sagrado, que ha sido ya tan lastimado por las cargas de los errores y los pecados de ustedes, y que merece ser amado para ser reparado.
Reciban mi auxilio tomándose de mi mano, reconociéndome Madre y reconociéndose entre ustedes como hermanos, y dispónganse a recibir y a dar misericordia, para encontrar en la fe, la verdadera alegría de servir a Cristo».