06/02/2025

MCM Mt 13, 1-9

SEMBRAR BUENA SEMILLA EN TIERRA BUENA

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 33)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 13, 1-9

Algunos granos dieron el ciento por uno.

 

«Hijos míos: son ustedes, los padres de familia, los sacerdotes, los formadores, los maestros, custodios, orientadores y guías, los que deben enseñar a vivir en medio del mundo sin ser del mundo. 

Una familia o un Seminario, debe ser una escuela de amor. Yo les doy mi auxilio para que sean sembradores de buena semilla en tierra buena, porque a veces están distraídos, ocupados y preocupados en muchas cosas.

Algunas plantas crecen, acariciadas por los rayos del sol. Algunas se hacen espigas, y maduran, y dan fruto. Pero otras no crecen, porque están cubiertas por la sombra de la cizaña, que ha sido sembrada por los demonios, aprovechando la distracción, la pereza, y la resignación de los que han sido llamados para sembrar y cuidar la tierra. Y la cizaña sembrada crece como maleza entre las espigas, y les quita la luz del sol y el alimento, sometiéndolas a las tinieblas y a la inanición. 

Las plantas fuertes producen frutos, unas el treinta, otras el sesenta y otras el ciento por uno.  Pero las plantas que no crecen no maduran, y no producen ningún fruto.

El Señor los hace a ustedes sembradores. Les da la tierra buena, y les da la semilla, y la gracia para preparar y sembrar la tierra. Pero es Él quien hace llover y empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar, para que brote la vida. Por tanto, aunque ustedes tengan la semilla, nada pueden sin la acción del Espíritu Santo. 

Permanezcan en la docilidad y en la disposición a la escucha de la Palabra, para que el Santo Espíritu obre en ustedes y produzca en ustedes el fruto al ciento por uno.

Permanezcan conmigo y darán fruto en abundancia. Yo les doy este tesoro de mi corazón, para asegurar el fruto al ciento por uno: mi acompañamiento para edificar sus obras, cuidando y preparando la tierra de cada uno de mis hijos, en los que caerá la semilla que mi Hijo ha confiado en ustedes, una misma semilla y una sola tierra. 

La tierra son los corazones. La semilla es la Palabra de Dios, que es viva, eficaz, que hiere para convertir sus corazones, porque es más cortante que la espada de dos filos, y penetra hasta la división del alma y el espíritu, articulaciones y médulas, y discierne sentimientos y pensamientos del corazón.

Yo les aseguro mi compañía para que den el mejor de los frutos, que dará mucha gloria a Dios: la santidad de ustedes, de sus hijos y de los que les han sido encomendados para guiarlos por el buen camino».