06/02/2025

MCM Mt 13, 24-43

VENCER A LOS ENEMIGOS

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre 

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 28)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 13, 24-43

Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.

 

«Hijos míos: yo piso con las plantas de mis pies la cabeza de la serpiente. La protección para mis hijos contra el enemigo es Jesús, el fruto bendito de mi vientre.

Para poder vencer a un enemigo hay que conocer al enemigo, para saber contra qué luchas y cuánto es su poder, qué tienes tú y qué tiene él, y cuál es la estrategia para vencer. El diablo es exactamente lo contrario de lo que Dios es. El diablo es sembrador del mal, y siembra cizaña en medio de la siembra buena de Dios. Busca dominar los campos y no dejar lugar a los frutos buenos que dan gloria a Dios. Es astuto, hace trampas con mentiras, es un ladrón, engaña disfrazando de falsos placeres la tentación. 

Lo que es de Dios mantiene tranquila tu conciencia, te da paz, te da seguridad, bienestar, te lleva al conocimiento de la verdad. Dios ama al hombre como a su propio hijo. El diablo odia al hombre como odia a Dios. Por tanto, el diablo no busca conquistar a los hombres para hacer su reino; busca destruir a los hombres y al Reino de Dios. Es un ángel traidor, conoce muchos misterios de Dios, y sabe que contra Dios nada puede, ya está destruido. Solo un poco tiempo le ha sido concedido, para que los hombres, con su libre albedrío, decidan amar a Dios, renunciando al pecado, renunciando a Satanás, a sus pompas, a sus obras, a sus mentiras y a sus engaños, eligiendo para sí mismos la verdad. Por tanto, al diablo no deben tenerle miedo. Yo estoy aquí, que soy su Madre, y los protejo.

El que se abandona en las manos de Dios y permite ser abrazado por los brazos de la Madre de Dios, tiene la garantía de la protección de la Preciosísima Sangre de Cristo, y el demonio lo abandona, porque sabe que a esa alma ya la perdió. Pero se va a hacerles la guerra a los demás.

El demonio nada puede con las almas consagradas a mi Inmaculado Corazón. Yo las llevo en mis brazos, y las protejo, mientras luchan en el ejército del Señor.  Luchar contra el demonio es trabajar convirtiendo el trabajo en oración, construyendo así el Reino de Dios en la tierra, santificándose, para que brillen como el sol en el Reino de Dios Padre».