FORTALECERSE CON LA ORACIÓN
Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre
(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 41)
«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19)
Evangelio según san Mateo 13, 36-43
Así como recogen la cizaña y la queman, así será el fin del mundo.
«Hijos míos: ustedes han sido enviados como ovejas en medio de lobos, semilla pura y buena que ha nacido y crecido en medio de la cizaña, porque al mundo ha sido arrojado el enemigo de Dios, y yo piso la cabeza de la serpiente, pero ya ha derramado su veneno.
La mala semilla ha dado fruto malo, el mal existe, y el peligro que acecha a todos no es reconocido por algunos que son incrédulos y no creen que Dios, que es el bien, se manifieste y se haga tangible en medio de ellos. Pero tampoco creen que el diablo, que es el mal, existe en medio del mundo, y está al acecho tan cerca de ellos, y ronda como león rugiente buscando a quien devorar.
La cizaña es fuerte y crece haciendo sombra a la buena semilla y a la espiga, para evitar que crezca, que dé fruto y que ese fruto permanezca. Por eso es necesario fortalecerse con la oración, y permanecer cubiertos bajo la protección de mi manto, que los cubre con la preciosa sangre del fruto bendito de mi vientre, que los hace resistentes ante las tentaciones y las acechanzas del enemigo, y los libra de todo mal.
No basta, hijos míos, con ser espiga buena por haber nacido de buena semilla. Es necesario ser protegidos y purificados por la gracia de Dios, a través de los sacramentos, y permanecer protegidos por la oración de intercesión, rezando unos por otros. El enemigo crece como cizaña junto a la buena semilla.
El fin del mundo será alegría para los que son buena semilla y que, con constancia, perseveran y dan fruto, porque ellos brillarán en el Reino de Dios. Y será el llanto y el rechinar de dientes para los que son como la cizaña, que siembra el enemigo para inducir a otros al pecado, y que será echada por los ángeles al fuego a la hora de la siega. El que tenga oídos, oiga.
Permanezcan junto a mí, porque la semilla sembrada en mi tierra no será alcanzada por la cizaña».