CONFIAR EN DIOS Y EN SU GENEROSIDAD

Meditando el Evangelio desde el Corazón de la Madre

(Fuente: Espada de Dos Filos IV, n. 49)

«María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) 

 

Evangelio según san Mateo: 14, 13-21

Mirando al cielo, pronunció una bendición y les dio los panes a los discípulos para que los distribuyeran a la gente.

              

«Hijos míos: ¿de qué se angustian? ¿No estoy yo aquí que soy su Madre? No tengan miedo. Yo no los dejaré, y mi Hijo está con ustedes todos los días de sus vidas. Todo lo hará Él, con la debilidad de ustedes y su fortaleza, con la incapacidad de ustedes y su poder, con la incomprensión de ustedes y su sabiduría, con la incertidumbre de ustedes y su certeza, con la angustia de ustedes y su paz.

Solo les pide que demuestren su fe, para que den testimonio. Él los conoce, sabe lo que necesitan y confía en ustedes. Él no les exige y no los obliga. Él pide y espera, pero respeta la voluntad de cada uno y la acepta, aunque esa voluntad le duela. Entréguenle su voluntad, para que nunca se equivoquen.

Él les pide lo que para ustedes es imposible. Pero Él lo hace posible, se compadece, y les da todo lo que necesitan.

Pero quiere también la generosidad de ustedes. Entréguenle sus ofrendas en el altar, para que, de manos del sacerdote, sea transubstanciada la ofrenda en la Carne y en la Sangre de Cristo. A través de la Eucaristía el Hijo de Dios se hace presente, para alimentar a la gente, para guiarlos y para salvarlos, porque son como ovejas, que sin pastor se pierden. Él es el alimento de vida. El único alimento que salva y que sacia, que perdona y que da gracia, que es eterno y nunca se acaba.

Dispongan sus corazones, y participen con su Señor en su sacrificio redentor, que es un diario milagro en el altar, para alimentar, para salvar, para compartir y multiplicar la gracia obtenida por sus ofrendas, que se derrama sobre el mundo entero, y aun así sobra, porque Dios no se deja ganar en generosidad».